sábado, 25 de julio de 2015

Soy lo que hago y mi conducta define lo que soy


Lo obvio y lo imaginario

Somos organismos que vivimos en ambientes favorecedores de nuestra existencia. Necesitamos una cierta temperatura y determinadas condiciones en la atmósfera y en el entorno psicosocial. necesitamos incorporar y eliminar sustancias orgánicas a través de nuestro cuerpo, y relacionarnos social y afectivamente con los otros seres vivos. El amor y la cultura son parte de nuestro ambiente inmediato. 
Cuando las condiciones de existencia son inferiores a cierto umbral mínimo, nos enfermamos o nos morimos. Es así de simple, no existimos fuera de las condiciones ambientales mínimas. Por lo tanto, los organismos que establecen mejor relación con el ambiente logran una mejor calidad de vida.
El contacto con el medio ambiente es la función vital más elemental que tenemos para sobrevivir. Este contacto se llama experiencia. Es sensorial, vital y siempre se da en el presente. Es una consciencia inmediata del entorno y la respuesta que damos, de aceptación o rechazo. Esta respuesta es una creación ante lo novedoso que se nos plantea en la experiencia en el aquí y ahora. 

Los seres humanos tenemos una función exclusiva: la actividad mental, es decir, la posibilidad de pensar, imaginar y simbolizar. Este maravilloso don nos diferencia de los animales y nos coloca en la cúspide de la evolución. A partir de esta capacidad, hemos descubierto la posibilidad de la comunicación verbal y hemos creado miles de culturas a través de la historia. 
Podemos adelantar nuestra acción, previéndola en imágenes, estrategias y planes. Podemos volcar en un papel nuestras ideas y compartirlas más allá de nuestra presencia. Podemos leer a personas del pasado, a través de esa extraordinaria simbolización que es la escritura.

Esta capacidad de simbolizar es tan poderosa que creamos conceptos para describir cada una de las características del medioambiente: objetos, sonidos, acciones, actitudes, el nombre de los colores y el sabor de los alimentos. Les ponemos palabras y los definimos. Parece que todo puede ser conceptualizado. Si no, no existe. 
Como decía Allan Watts: 

¿Qué nos pasa? El problema básico de la civilización, sea americana, alemana, inglesa, china o japonesa, radica en que confundimos nuestros sistemas de símbolos y descripciones con el mundo real y natural, el universo representado con el universo vivo, el dinero con la riqueza, las cifras con los hechos, los pensamientos con las cosas, las ideas con los acontecimientos, el ego con el organismo y el mapa con el territorio.

Y más adelante agrega:

La palabra agua no se puede beber y un barco no flota sobre la fórmula H2O

Pero el problema es más complejo aún. La conceptualización es subjetiva. Es decir, la realiza un sujeto: un yo. Mi conceptualización puede ser distinta a la tuya y a la del otro. Entonces comenzamos a crear realidades de acuerdo con la subjetividad del que la está percibiendo. Cada vez que creamos una conceptualización que describe la realidad, la definimos, la acotamos y la nombramos desde nuestra subjetividad. Si a esa conceptualización le llegamos a dar valor de verdad, entonces la discusión a muerte es inevitable y una de las lecturas de la realidad es verdadera y las otras están totalmente equivocadas.
La relación que entablamos con nuestro entorno es experiencial y altamente contaminada con nuestras subjetividades. La lectura o decodificación está contaminada por nuestra capacidad de significar la realidad y debemos convivir con esta "inevitable contaminación" ya que el contacto puro y aséptico no existe. Por lo menos en el estado ordinario de consciencia que habitamos cotidianamente.

De todas maneras, podemos establecer ciertas convenciones que nos permiten comunicarnos sin enloquecernos. Podemos estar de acuerdo en llamar "árbol" a este ser vegetal que nos da sombre y "televisor" a esa máquina con pantalla. Es decir, que podemos estar de acuerdo convencionalmente en ciertos códigos de lectura de la realidad, donde nuestras subjetividades coinciden, sabiendo que de ninguna manera estamos describiendo a la realidad en sí.

A esta descripción convencional la llamamos "lo obvio". Es el consenso por los objetos, colores o por los movimientos que observamos. Por ejemplo, podríamos decir que "Pablo está sentado rascándose la cara con la mano derecha" si todos estuviéramos viéndolo desde el mismo ángulo. A esta actividad la llamamos percepción, la posibilidad de captar la realidad a través de los sentidos y describirla en palabras que nos permiten comunicarnos en términos compartidos. Esta percepción puede ser deformada por la imaginación, la capacidad de crear, de inventar supuestos, de crear significados o de asociar con otros significados. Entonces podemos afirmar que "Pablo está tocándose la cara para contener sus impulsos destructivos" y afirmar está suposición como si fuera una percepción. 

Es un problema muy grande cuando "lo imaginario" sustituye a "lo obvio" y lo es aún peor cuando no nos damos cuenta y lo transformamos en una verdad absoluta.

Nos inventamos historias y las repetimos tantas veces que nos parecen obvias. Nos encerramos en nuestras películas y reemplazamos la realidad por nuestras construcciones imaginarias.

Vamos a explorar nuestra capacidad de contactarnos con el mundo a través del siguiente experimento. Primero definiremos sintéticamente las dos variables que vamos a explorar.

Lo obvio: es aquello que podemos percibir a través de nuestros sentidos y puede ser compartido por convención con las demás personas.

Lo imaginario: es aquello que libremente agregamos, suponemos o inventamos. Son pensamientos, ideas o hipótesis. Es subjetivo.

Lo obvio puede ser compartido por los observadores mientras que lo imaginario es absolutamente individual y por lo tanto varía.
Por ejemplo, "Juan entra a un salón donde están reunidas varias personas, y todas observan que tiene en ceño fruncido. Cada una lo traduce a su manera": 

a) me imagino que está enojado.
b) me imagino que le duele la cabeza.
c) me imagino que está preocupado.
d) me imagino que me va a pegar.
e) me imagino que le pasó algo y está apenado.

Si cada una de estas personas confunde lo obvio con lo imaginario, puede creer que lo que imaginó es verdad y discutir con los otros acerca de lo que le pasa a Juan en vez de preguntarle a Juan qué es lo que le pasa; ello sería lo más atinado.
No es conflictivo imaginar. Lo malo es confundirlo con lo real.


Ejercicio 1

"ES OBVIO QUE..." "ME IMAGINO QUE..."

Se juega en parejas. Primero se eligen A y B.
A comienza observando detenidamente a B y cuando algo le llama la atención, lo enuncia de la siguiente manera:
A: Es obvio que me miras sonriente. Me imagino que estarás intrigad@ con lo que voy a decirte.
B: Es obvio que adelantas el torso para hablarme, que pusiste tus manos en jarras y levantas tus hombros. Me imagino que me estás desafiando.
La diferenciación de estos dos elementos produce una notable disminución de los malentendidos. Por lo tanto, ante la duda es mejor preguntar "esto que me imagino, ¿es así?" o preguntarle al otro "¿Qué te pasa?".
La simplicidad de la comunicación garantiza la no-distorsión y su profundidad.


Ejercicio 2

EL PISH
Lo obvio y lo imaginario en acción

Ahora vamos a hacer un segundo ejercicio que consiste en diferenciar estas instancias y relacionarlas en una cadena sensorio-motora que nos permita concientizar la forma de establecer el contacto con el mundo.
P: Percibo. Es lo que veo, toco, siento, etc. Es lo obvio.
I: Imagino. Es lo que agrego. Lo que no está obvio. Lo que yo pienso.
S: Siento. Es la reacción emocional frente a lo que percibo.
H: Hago. Es la acción que expresa al sentimiento.

Este ejercicio consiste en que cada persona haga una serie completa, incluyendo a cada uno de estos cuatro elementos.
Por ejemplo: 

Percibo: Que Juan está gritando.
Imagino: Que me quiere asustar. O que está asustado, o cualquier otra cosa.
Siento: Curiosidad por saber qué le pasa.
Hago: Le pregunto.

El punto clave de este ejercicio es descubrir si lo que siente la persona está en relación con lo obvio o con lo imaginario.
Otro ejemplo:

Percibo: Que me tocaste la mano.
Imagino: Que me quieres seducir.
Siento: Mucha vergüenza.
Hago: Me pongo colorada y me alejo.

Aquí el sentimiento se basa en el imaginario en vez de apoyarse en la percepción. Se contaminó la percepción con un supuesto que es tomado como cierto sin ser verificado. Su vergüenza es un sentimiento que se creó ella misma y se lo atribuye a la interacción con su compañero. La seducción es una intencionalidad que una persona le asigna al movimiento de la mano y no es obvia, es imaginaria.



En el circuito sano la persona se conecta con el entorno y sus imaginarios no interrumpen el contacto. En el circuito neurótico la persona se conecta emocionalmente con sus imaginarios y se inventa estados emocionales que no se ajustan a la realidad. Dado que las fantasías pueden ser anastróficas o catastróficas, esto puede conducir a estados ilusoriamente felices o estados de tristeza o ataques de pánico, etc. Es el mecanismo conocido vulgarmente como "darse manija" o "hacerse la cabeza".

El organismo sano es el que está en contacto con lo que sucede y no con lo que se imagina que sucede. Nuestros imaginarios pueden ser un puente a nuestra creatividad o un sustituto de la percepción que nos conduzca al autoengaño.




¿Puedes observar aquí el circuito neurótico del PISH? Identifica la percepción, el imaginario, el sentir y el hacer de estos personajes. Me gustaría que lo compartieras en el blog! 

Hasta la próxima!!!

jueves, 2 de julio de 2015

Dime qué percibes y te diré como existes

Cuando vivimos nuestra realidad cotidiana,
¿Con qué nos contactamos?
¿Con lo que nos rodea?
¿Cuál es esa realidad que configura nuestro entorno?
¿Con quién me relaciono?

Nuestra actividad mental es una característica de nuestra existencia y sin ella estaríamos expuestos a muchísimas dificultades. La capacidad de simbolización nos permitió crear nuestras culturas y la comunicación con los seres humanos. Es maravilloso poder nombrar a las cosas y de esa manera comunicar a las otras personas lo que queremos decir. El uso de las palabras nos facilita el entendimiento y nos permite trasladarnos desde un nivel de experiencia hasta un nivel de comunicación y de conceptualización. Cuando mantenemos la conexión del mundo experiencial y el mundo simbólico, nuestro lenguaje es rico, intenso y presente.
El problema comienza cuando nuestro lenguaje descriptivo se transforma en sustitutivo y verdaderamente reemplaza a la experiencia.
Las palabras y los pensamientos comienzan a tener su propio peso y se hacen más densos. Es decir, pasan a ser la realidad y nos perdemos en el mundo de las ideas.


Relación entre el mundo de los pensamientos y nuestras emociones

Cuando un organismo sano se contacta con su entorno, produce reacciones emocionales y ajusta su conducta a la situación presente. Si siente frío, se abriga; si siente dolor, se aleja y se protege, etc. Es decir, la reacción emocional adecuada se apoya en la percepción y se expresa adecuadamente en el ambiente, creando un vínculo con el entorno que satisfaga a esa persona y tenga en cuenta al otro. El vínculo sano se establece entre dos organismos que se captan sin interferencias, se respetan y se complementan. Veo al que está enfrente de mí sin asociarlo ni confundirlo con otra persona. Por lo tanto, mis afectos o mis rechazos guardan sintonía con el vínculo que tenemos.


¿Qué sucede si una persona enlaza su sentir al imaginario que está produciendo?

Si siente sobre la base de lo que imagina, genera una pseudo realidad. Es decir, se cree como verdadero lo que está suponiendo y reacciona emocional y conductualmente sobre la base de lo que imagina.
Si siente frío y se imagina que se va a enfermar, siente miedo y se toma una aspirina; si percibe a una persona desconocida y la imagina amenazante, se protege huyendo o agrediéndola previamente.
Entonces nuestro vínculo con la vida se hace irreal y comenzamos a crearnos mundos propios llenos de autojustificaciones. Todos los acontecimientos calzan en nuestros moldes y tenemos las explicaciones pertinentes para cada situación.
Comenzamos a crear universos simbólicos, propios o compartidos por otras personas, donde nuestros prejuicios y creencias sustituyen la experiencia sencilla de la realidad. La conexión entre nuestras reacciones emocionales y nuestros pensamientos pasa inadvertida y nuestras emociones nos convencen de que estamos viviendo algo real. No advertimos que estamos creando nuestra propia realidad y generando un mundo emocional propio.


¿Qué sucede cuando nos damos cuenta de que esos pensamientos nos están creando lo que sentimos?

Cuando los pensamientos que estamos produciendo nos generan miedo o angustia, cambiamos de pensamientos y nos generamos calma o bienestar. De todas maneras, el sustituir un pensamiento por otro es como pasar de una nube a la de al lado.
Entonces llegamos a una máxima de nuestros días:

“Las emociones agradables provienen de los pensamientos positivos y los sentimientos negativos son causados por los malos pensamientos”

Conclusión: aprendamos a tener pensamientos positivos y se cumplirán nuestros deseos en la vida. Si el pensamiento es productor de bienestar y malestar, controlemos nuestro mundo de ideas y la realidad será nuestro reino conquistado.


¿Es que podemos ser tan ingenuos? Absolutamente, si.

El control de la vida es nuestra máxima aspiración en nuestro nivel de conciencia más elemental. Es el mundo de la soberbia y de la omnipotencia. Un yo poderoso que controla la realidad o un yo débil que se deja controlar. Es la trágica lucha por imponernos al mundo o ser devorados por el mundo. Solo hay un ganador y el yo quiere serlo.
El campo de batalla es el mundo de las ideas y los pensamientos. Unos luchan contra otros. Todos los hechos, asociados a imaginarios, nos producen reacciones emocionales y nos confirman de esa manera que es verdad lo que estamos viviendo. Nos confundimos con la vivencia emocional, pues creemos que proviene de un contacto genuino con nuestro entorno, cuando en realidad es la consecuencia de una serie de pensamientos entrelazados. Los imaginarios están tan asociados a nuestra interpretación de la vida cotidiana que pasan desapercibidos. De esta manera contaminamos, sin darnos cuenta, cualquier situación con supuestos, temores o idealizaciones.
Nuestra tragedia aumenta cuando el objeto de nuestra atención somos nosotros mismos. Si empezamos a tener ideas acerca de nosotros, nos interpretamos y nos concebimos mentalmente, la consecuencia es una película acerca de nuestras vidas. Así empezamos a contarnos la historia que nos tiene como protagonista de nuestra serie. A veces somos los mejores del mundo y nadie podrá resolver las situaciones como nosotros. Somos imprescindibles. En otras ocasiones, somos los culpables de todas las desgracias o los herederos de una carga sin solución. Es decir, culminamos nuestra obra de arte inventándonos una identidad y decimos: “yo soy…” y nos contamos una historia acerca de nosotros.
Y ahí empezamos otra vez, si la historia es maravillosa, nos sentimos los reyes del universo y si la historia es desastrosa, nos sentimos unos pordioseros. A veces, alternamos historias y nos confundimos aún más.
Entonces, llegamos a las preguntas:

¿Quién soy? ¿Cuál es el mundo que me rodea? ¿Con quién me estoy contactando?...

Aquí comienza una posibilidad de responderme, sin historias que me retrotraigan otra vez al paradigma anterior. Esa oportunidad es a través de la relación natural con el mundo. Este vínculo es sensorial, emocional y vivencial. Es una relación completa en la que estamos presentes con todo nuestro ser. Nos integramos en un ser completo que puede pensar sin confundirse con sus imaginarios y sentir sobre la base de lo que percibe, de lo que está sucediendo, de lo que experimenta aquí y ahora. Un vínculo en el cual nuestra acción integre lo que pensamos y lo que sentimos, nuestros valores y la responsabilidad de cada acción que decidimos hacer. Nos captamos como una totalidad que existe en un entorno y formamos parte de ella.
El mundo ya no es un basurero de mis descargas y cada situación que me toca vivir está dentro de mi destino sin interrumpirlo. Nada es un obstáculo, si no que cada situación es una experiencia a ser integrada. Aprendemos a conocernos de esta manera, a través de cada situación que nos toca atravesar. Somos parte de esas situaciones y si podemos conectarnos con lo que está sucediendo, poniendo entre paréntesis los imaginarios, sentiremos directamente en relación con nuestro entorno. La deformación será mucho menor. No será totalmente pura tampoco, pues nuestra cultura está filtrando los significados que damos. No podemos tener un contacto totalmente aséptico pero podemos relacionarnos, dentro del marco cultural, de una manera más sana y menos deformada por nuestras ilusiones.
Es un problema muy grande cuando “lo imaginario” sustituye a “lo obvio” y lo es aún peor cuando no nos damos cuenta y lo transformamos en una verdad absoluta.
Construimos universos imaginarios y los transformamos en verdaderos.
Una distorsión muy común es la adjudicación de intencionalidades. Creemos saber las motivaciones ocultas del otro y desde ese supuesto leemos su conducta. Por ejemplo: “el me hace estos pedidos para agredirme y descalificarme”. Si el otro intenta aclarar, “sabemos que nos está mintiendo” y confiamos más en nuestra hipótesis que en la percepción. Incluso, podemos llegar a este absurdo:
Si la realidad no encaja en nuestros moldes, la que está mal es la realidad.

¿Qué sucede cuando experimentamos reacciones emocionales? No es lo mismo sentir en función de lo que está sucediendo que reaccionar en función de lo que me imagino que está sucediendo. Por ejemplo, no me causa el mismo sentimiento que “Pablo se toque la cara” a que “Pablo se está aguantando la bronca que me tiene”. En el primer caso sentiré indiferencia y en el segundo, tal vez sienta temor o bronca.
Sobre la base de este sentimiento, mis acciones serán muy diferentes. Sisiento indiferencia, no haré nada y si siento temor, tal vez huya de la escena o me defienda “antes de que me haga algo”. Es decir, construimos cadenas de malos entendidos, a partir de un imaginario que sustituye a la percepción, lo damos por cierto, sentimos en relación con el imaginario y actuamos en consecuencia.

En nuestro próximo encuentro te propondré un ejercicio en donde podrás identificar dentro de ti lo obvio y lo imaginario. Y un segundo ejercicio que consistirá en diferenciar estas instancias y relacionarlas en una cadena sensorio-motora que nos permita concientizar la forma de establecer el contacto con el mundo (PISH).

¡Hasta la próxima!