“Hoy te dejo en libertad. Hoy me olvido de mis miedos. Hoy comienzo a valorarme. Hoy salgo adelante. Hoy te dejo de esperar.”
Es posible que la palabra “desapego” te cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo
emocional. Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro
del contexto del crecimiento personal,
supone un gran valor interior que todos deberíamos saber desarrollar.
Practicar el desapego no
significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante,
rompiendo vínculos afectivos o
relaciones personales con quienes forman parte de nuestro círculo personal.
“Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.”La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción de crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor pasional, filial o incluso maternal.
Aprendamos pues, a poner en práctica estas sencillas leyes
del desapego:
Primera ley: eres
responsable de ti mismo.
Nadie va a retirar cada piedra que te encuentres en tu
camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se va a ofrecer como
voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores. Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que
das.
Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para
practicar el desapego, es tomar
consciencia de que eres pleno responsable de ti mismo.
- No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia.
- Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades.
- Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma consciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar dependa siempre de corazones ajenos.
Segunda ley: vive el
presente, acepta, asume la realidad.
En esta vida, nada es
eterno, nada permanece, todo fluye y
retoma su camino tejiendo ese
orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi
siempre centradas en lo que ocurrió en el pasado
y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro
presente.
Estas desavenencias familiares, ese trauma, esa pérdida, ese
fracaso sentimental o esa frustración no superada. Todo ello son anclas que nos
aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.
“Es un apego tóxico y poco saludable que nos impide avanzar en libertad y plenitud.”
Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar. Te hará sentir más liberado y te ayudará a
centrarte en lo que de verdad importa, el “aquí
y ahora”, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad. ¿A qué
esperas?
Tercera ley: promueve
tu libertad y permite ser libres también a los demás.
“Asume que tu libertad, es la forma más plena, íntegra y saludable de disfrutar de la vida, de entenderla en toda su inmensidad.”
No obstante,
ello no impide que podamos establecer vínculos
afectivos con otras personas, porque también ellos forman parte de nuestro
crecimiento personal. Saber amar y saber
recibir amor.
No obstante,
el desapego implica que nunca debes hacerte responsable de la vida de otros, al
igual que los demás no deben tampoco imponerte tus principios, sus ataduras o cadenas personales para
aferrarse a ellos. Es aquí cuando empieza el auténtico problema y los
sufrimientos.
Los apegos
intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos
que se exceden en la protección de sus
hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para
explorar el mundo.
La necesidad
de “desapegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de
lo imprevisto, de lo desconocido.
Cuarta ley: Asume que las pérdidas van a suceder tarde o temprano.
Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente. La
vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales terminan desvaneciéndose
como el humo que se escapa de una ventana abierta o el agua fresca que resbala
por nuestros dedos.
Las personas se irán,
los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán
del calor de tu mano… Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos
de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza.
Pero lo que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar
siempre por ti mismo.
Cuando mueren los
apegos nace la libertad
Solemos hacernos
conscientes de la esclavitud emocional a la que estamos sometidos cuando
nuestro corazón se resquebraja. Esto sucede cuando una relación nos duele,
bien porque nos esclaviza o bien porque algo dentro de nosotros se ha roto al
decir adiós. Ante estas situaciones,
sentimos que el mundo se apaga y que una ola de dolor inmenso se cierra sobre
nosotros impidiéndonos respirar. Esto es
el ahogo emocional y, su ingrediente clave, la dependencia.
Pero, a veces, llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos
y lo que nos ata y comienza una nueva vida, porque la esclavitud emocional ahoga. Y es en ese momento en el que no nos
vemos capaces de hacer nada sin ir de la mano de esa persona o, simplemente, de
alguien que nos guie.
Disfrutar de la
soledad de uno mismo para ser feliz en pareja
“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.Pero esto no es así: La libertad solo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quién se siente libre, ama al máximo.Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada unoi de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.Nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo.”
La mejor manera de
ser feliz con alguien es aprendiendo a ser feliz estando solo. ¿Por qué?
Porque de esa manera la compañía se
convierte en elección y no en necesidad.
Entendemos el amor de forma errónea porque la clave no es el “te necesito en mi vida”
si no el “te prefiero en mi vida”. No atender a los sentimientos y
necesidades de posesión nos ayudará a vivir en paz y libertad con nosotros
mismos.
Dejar de esperar, la
clave de la liberación emocional
“Sigo mal, y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo.”
Tu verdadera libertad
llega cuando empiezas a comprender quien eres y de lo que eres capaz. Es tu
independencia, ese ansiado trofeo, la que obtienes cuando te desatas, te deshaces de tus cuerdas y miras
hacia delante sin necesitar a alguien que te lleve de la mano.
No poseer y que no te posean es la mejor experiencia de
libertad que podemos tener. Porque sentir algo como propio siempre significa,
de alguna forma, vivir al lado de la
esclavitud.
Nuestra dependencia
es la que nos hace esclavos, sobre todo si es nuestra autoestima la que
depende de algo o de alguien. El necesitar la alabanza, el cariño o la atención
de alguien hace que dejemos de ser dueños
de nuestro destino.
No son los demás los
que nos dañan, si no que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y
a sus acciones. Nadie puede hacerte daño sin el consentimiento de tu yo
interno, lugar en el que está el pilar que sostiene tu arquitectura emocional.
Así que la autoconfianza
y la autoestima cuidadas son las mejores herramientas para decir adiós a
los apegos insanos e innecesarios que merman nuestra vitalidad y nuestras
ganas de realizarnos.
Tenemos que ser los primeros en respetarnos, dejando de lado las expectativas sobreaprendidas que nos dicen que solo somos amados si nos necesitan y que el amor solo es amor si vivimos por y para él.