lunes, 6 de abril de 2015

El difícil matrimonio de dos cerebros

"Debemos intentar no convertir al intelecto en nuestro dios;
Es cierto que cuenta con fuertes músculos,
pero carece de personalidad.
No puede dar órdenes; solo servir."
Albert Einstein

Los dos cerebros: cognitivo y emocional
La vida no tiene sentido sin emociones ¿Cual es la sal de la existencia sino el amor, la belleza, la justicia, la verdad, la dignidad, el honor y las gratificaciones que nos aportan? Estos sentimientos y las emociones que los acompañan, son como brújulas que nos guían a cada paso. Siempre intentamos avanzar hacia más amor, más belleza, más justicia y alejarnos de sus contrarios. Privados de las emociones, perdemos nuestras referencias más básicas y somos incapaces de elegir en función de lo que nos importa de verdad.
Algunas enfermedades mentales se traducen en una pérdida de contacto de este tipo. Los pacientes que la sufren podría decirse que se hallan exiliados en una "tierra de nadie" emocional. Por ejemplo, un joven apareció en el servicio de urgencias del hospital oyendo voces que le decían que era ridículo, inútil y que lo mejor que podía hacer era morirse. Poco a poco, las voces se habían convertido en omnipresentes, y su comportamiento se fue volviendo cada vez más extraño. Había dejado de lavarse, se negaba a comer, y podía permanecer enclaustrado en su habitación varios días seguidos. Este joven, anteriormente, había sido un brillante estudiante y capaz de resolver situaciones satisfactoriamente.
Bajo el efecto de los medicamentos, se calmó bastante. Las voces prácticamente desaparecieron en pocos días; decía que ahora podía "controlarlas". Pero no había recuperado su comportamiento normal ni mucho menos.
Al cabo de algunas semanas de tratamiento el joven perdió interés por todo. Tenía un aspecto penoso, ligeramente encorvado, el rostro endurecido, y con la mirada vacía, recorría el pasillo del servicio como un zombie. Él, que había sido tan brillante, ya casi no reaccionaba a las noticias del mundo exterior ni a la gente. Este estado de apatía emocional suele inspirar piedad e inquietud. Y, sin embargo, sus alucinaciones y delirios -que los medicamentos habían eliminado- resultaban mucho más peligrosos para él que estos efectos secundarios. Solo que ahora no había emociones, ni vida.


Por otro lado, las emociones, libradas a sí mismas, no convierten la vida en algo ideal. Deben ser reguladas mediante el análisis racional, del que se encarga el cerebro cognitivo, pues toda decisión tomada "en caliente" puede poner en peligro el complejo equilibrio de nuestras relaciones con los demás. Sin concentración, reflexión y planificación, los vaivenes del placer y las frustraciones nos hacen zozobrar. Si somos incapaces de controlar nuestra existencia, ésta pierde rápidamente su sentido.


Para Damasio, la vida psíquica es el resultado de un esfuerzo permanente de simbiosis entre dos cerebros. Por un lado, un cerebro cognitivo, consciente, racional y volcado en el mundo externo. Por otro, un cerebro emocional, inconsciente, preocupado sobretodo por sobrevivir y, ante todo, conectado al cuerpo. Estos dos cerebros son relativamente independientes entre sí, y cada uno de ellos contribuye de manera muy distinta a nuestra experiencia de la vida y a nuestro comportamiento.

Los dos cerebros, emocional y cognitivo, perciben la información proveniente del mudo exterior más o menos a la vez. A partir de ahí, pueden bien cooperar o disputarse el control del pensamiento, de las emociones y del comportamiento. El resultado de esta interacción -cooperación o competición- es lo que determina lo que sentimos, nuestra relación con el mundo y con los demás. Las diversas formas de competición nos hacen desgraciados. Por el contrario, cuando el cerebro emocional y el cognitivo se complementan, uno para dar dirección a lo que queremos vivir (el emocional), y el otro para hacernos avanzar por ese camino de la manera más inteligente posible (el cognitivo), sentimos una armonía interior -un "estoy ahí, donde quiero estar en mi vida"- que sustenta todas las experiencias duraderas de bien estar.

Para vivir en armonía en la sociedad humana hay que alcanzar y mantener un equilibrio entre nuestras reacciones emocionales inmediatas -instintivas- y las respuestas racionales que preservan los vínculos personales a largo plazo. La inteligencia emocional se expresa al máximo cuando los dos sistemas del cerebro cooperan en todo momento. En este estado, los pensamientos, decisiones y gestos, se ajustan y fluyen de manera natural, sin que prestemos una atención particular. Este estado de bienestar es a lo que aspiramos continuamente: la manifestación de la armonía perfecta entre el cerebro emocional, que proporciona la energía y la dirección, y el cerebro cognitivo, que organiza su ejecución. 

El corazón de las emociones
Sentimos las emociones en el cuerpo, no en la cabeza: eso al menos parece que está claro. Una emoción es, ante todo, un estado corporal y, solo después, una percepción en el cerebro. Efectivamente, ¿no decimos que tenemos "el miedo en el cuerpo", o que sentimos "el corazón a mil", entre otras expresiones? 
Además de disponer de su propio sistema de neuronas semiautónomo, el corazón también es una fábrica de hormonas. Segrega su propia reserva de adrenalina, que libera cuando tiene necesidad de funcionar al máximo de sus capacidades. Y segrega también su propia reserva de oxitocina, la hormona del amor. Ésta se libera en la sangre, por ejemplo, cuando una madre amamanta a su bebé, cuando dos seres se besan, y en el transcurso del orgasmo. Todas estas hormonas actúan directamente sobre el cerebro. Al final, el corazón hace participar a todo el organismo de las variaciones de su vasto campo electromagnético, que se puede detectar a varios metros del cuerpo. Así pues, está claro que la importancia del corazón en el lenguaje de las emociones no es solo una imagen. El corazón percibe y siente. Y cuando se expresa, su influencia alcanza toda la fisiología de nuestro organismo, empezando por el cerebro.

En el siguiente vídeo pueden vivenciar el caso de una investigadora doctora en neurofisiología, compartiendo su experiencia de darse cuenta de la dualidad del cerebro a causa de un accidente cerebrovascular que ella misma padeció. Muy interesante! Que lo disfruten!





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