miércoles, 29 de noviembre de 2017
lunes, 18 de septiembre de 2017
SOY MI MEJOR AMIG@
En el aprendizaje de esta primera competencia que es la de reconocer e identificar las emociones será muy útil prestar atención a la respiración. Si nos fijamos en cómo respiramos cuando estamos tranquilos observaremos que al inspirar el aire éste llega hasta el abdomen y al espirar sale con calma; sin embargo, cuando estamos alterados emocionalmente, el ritmo respiratorio cambia y los músculos empiezan a tensionarse. Así que las primeras señales que nos da el cuerpo para advertirnos de que una emoción empieza el proceso de posesión son: la respiración y la tensión muscular.
En cuanto tengamos la mínima sospecha de que estamos sintiendo algo- por ejemplo, si al observar cómo respiramos decubrimos que el aire sólo llega hasta el pecho y ya no baja hasta el abdomen, y que por ejemplo, nuestros hombros están subidos como si dijéramos "no sé"- estaremos casi con toda probabilidad delante de una reacción emocional.
Será entonces cuando deba dar inicio el reconocimiento, y la gestión o manejo de esa emoción.
Podemos imaginar esta situación como si estuviéramos viendo una obra de teatro en las que las emociones son personajes. Primero aparecerá el Miedo disfrazado de negro, con los pelos de punta y temblando; él nos dirá "tengo miedo a no hacerlo bien, tengo miedo a no decir lo apropiado con esta reunión de trabajo, tengo miedo a que me echen, tengo miedo a quedarme sin dinero, sin mujer, sin casa, sin coche, sin nada...¡¡Tengo miedo!!". Ante este personaje que se nos muestra en su vulnerabilidad, aparece otro vestido de militar y con una pistola en la mano que le dice "¡Te quieres poner las pilas desgraciado! ¿No te cansas de repetir siempre lo mismo? ¡Me tienes harto con tantos miedos! ¡Al final se van a dar cuenta todos en la oficina de que eres un miedica y entonces tendrás que atenerte a las consecuencias!".
Como vemos, en escena han aparecido dos personajes que son dos emociones, el Miedo y la Rabia, pero ¿dónde está el yo, dónde está nuestro Verdadero Yo?
En este caso no está, está completamente poseído por la lluvia de emociones resultante de un sinfín de procesos acción-reacción.
Imaginemos ahora que el Verdadero Yo aparece en escena, se quita la máscara y mira cara a cara a sus emociones...¿Qué es lo que les dice?
- Miedo, tienes derecho a estar allí, por eso estás. Pero soy yo el que decide qué haremos en esta reunión, y no tú, ¿te parece bien?.
- Rabia, con tu enfado no lograrás que el miedo deje de ser miedo. ¿Te parece si nos aceptamos ahora con este miedo, y trabajamos con cariño y no a base de pistoletazos para conseguir confianza en nosotros mismos?
Cuando descubrimos una emoción en nuestro interior, no importa cuál, la acogemos y nos permitimos sentirla. Nos convertimos en nuestro mejor amig@, que no nos juzga, que nos comprende y que nos deja el espacio para que manifestemos aquello que nos ocurre.
La actitud que corresponde cuando nos encontramos presos de una emoción es la de sentirla y observarla, sin juicio, sólo con aceptación. Puede que algunas de ellas nos provoquen mucho dolor, y en este caso haremos lo mismo: nos des-identificaremos del dolor y lo observamos. Como hemos comentado anteriormente, observar quiere decir indagar, mirar qué hace, cómo se comporta esa emoción: ¿dónde se coloca en el cuerpo? ¿Qué me provoca? ¿Qué tendría ganas de hacer? ¿Qué tendría ganas de decir? Lo observamos todo como si viésemos una obra de teatro, pero no hacemos nada, sólo miramos y la sentimos en el cuerpo con aceptación.
Aprendo a Ser Libre
La libertad se conquista, por supuesto, y se ha conquistado y sigue conquistándose con la lucha de muchas personas en el ámbito social, político y económico. Sin embargo, en nuestro universo interior sólo la podemos conquistar nosotros mismos; no caben las manifestaciones, ni las caceroladas, ni las revoluciones con antorchas, hoz o martillo. En nuestro interior la libertad se conquista con nuestra conciencia.
Para convertirnos en seres libres desde el interior hacia el exterior necesitamos, antes que nada, aceptar que no somos libres. Cuando aceptamos que nuestro carruaje todavía no es guiado por la voluntad del señor/ra que se sienta dentro, sino que es dominado por los caballos o el cochero. Sólo cuando nos damos cuenta de que cada vez que nos sobreviene una emoción no logramos decidir si queremos o no hacer algo con ella es cuando damos el paso hacia la libertad interior.
Las emociones son respuestas automáticas que proceden de nuestras creencias; y cuando hay automatismo no hay elección. Así, la libertad interior empezará cuando entre el estímulo y en nuestra reacción haya conciencia de elección.
Ser libre no significa solamente tener una constitución repleta de derechos civiles, sociales y políticos o una carta de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que también, sino cultivar en un@ mism@ la capacidad de observar aquello que sentimos y decidir si queremos o no llevar a la acción la energía (el instinto) de esa emoción.
La libertad interior dura milésimas de segundo, hay que ser muy rápi@ para no convertirse en esaclav@s de los caballos emocionales o de los pensamientos que llevan a esas reacciones emocionales. Cuanto más cultivemos la práctica de la observación, más habilidad tendremos para ver lo que nos está ocurriendo sin juzgarlo, des-identificarnos de ello y decidir qué hacer, en función de aquello más beneficioso para nosotr@s mism@s y para nuestro entorno.
La libertad está a milésimas de segundo entre el estímulo y nuestra respuesta o reacción ante esa situación:
(¡Esos diez segundos son la posibilidad de hacerme una mujer libre y no esclava!)
Esas milésimas de segundo, que son la puerta de nuestra libertad, sólo podemos dárnoslas cuando nos hemos acostumbrados a observarnos siendo capaces de ver llegar las emociones. Mientras sólo nos demos cuenta de nuestras emociones por el resultado que ellas tienen en nosotros cuando ya las hemos manifestado, seguiremos siendo esclavos en una sociedad que clama y se vanagloria de las libertades conquistadas.
La libertad interior es entonces una conquista individual fruto del trabajo personal y de la autoconciencia.
Con el desarrollo de la inteligencia emocional gracias a la autoeducación emocional podemos lograrlo; después la inteligencia del corazón nos enseñará de qué forma usar esta libertad, nos dirá qué criterios, qué valores usar a la hora de decidir qué hacer con esa emoción.
También habrá que tener en cuenta a la hora de decidir, se deberá recordar que todas nuestras acciones tienen consecuencias (ésta sí que es una ley universal); por tanto será recomendable tener en cuenta las consecuencias que nuestras acciones y palabras tendrán cuando nos encontremos gestionando cómo manifestar nuestras emociones.
Gestiono, No Reprimo
Reprimir es una actitud de rechazo o desaprobación de lo que sentimos. Cuando reprimimos, emitimos sobre ello un juicio desfavorable que nos lleva a sentenciarlo al fondo del armario interior. La represión es todo aquello que decidimos no sentir porque no aceptamos que forma parte de nosotros, en la represión no hay elección; automáticamente sentenciamos al exilio de nuestra personalidad aquello que no es de nuestro agrado consciente o inconsciente.
Si desarrollamos nuestra inteligencia emocional podremos aceptar todo lo que sentimos, porque sabremos que las emociones no son clasificables en buenas o malas, sino lo que sí es clasificable es lo que hacemos con ellas, y eso puede depender totalmente de nosotr@s si tomamos conciencia.
Debido a la educación que la mayoría hemos recibido, tendemos a reprimir todas aquellas emociones que nos han enseñado a que son malas. Es posible que esas emociones se hayan clasificado de malas porque si se manifiestan debocadamente-es decir, sin ningún grado de conciencia individual-podrían provocar unas consecuencias poco bondadosas; sin embargo, esto no quiere decir que sólo el hecho de sentirlas sea malo. Es de suma importancia entender bien la diferencia entre sentir una emoción y actuar según la energía provocada instintivamente por esa emoción.
SIN EDUCACIÓN EMOCIONAL
sentir una emoción=actuar según la energía primitiva
Ej. Siento rabia=grito agresivamente
CON EDUCACIÓN EMOCIONAL
sentir una emoción#actuar según su energía
sentir una emoción=actuar según la alternativa que el individo
considera mejor
Ej. Siento rabia=respiro profundamente, siento en el cuerpo la
emoción y espero a que se me pase el enfado para decidir qué
hacer o qué decir.
Sentir una emoción es lo más normal del mundo, y sabemos ya que según nuestro sistema de creencias ante un determinado estímulo sentiremos un tipo de emociones u otras; pero ese sistema de creencias no es siempre consciente, por tanto las emociones se convierten en señales para que podamos conocer esas partes nuestras que quedan en la sombra. En consecuencia, será conveniente dar la bienvenida a todas las emociones que aparezcan. Y ¿cómo lo haremos? ¡Sí! Sintiéndolas con aceptación, sin juicio y con cariño. Sólo podremos dar esta bienvenida balinesa a nuestras emociones cuando sepamos que nosotros somos sus dueños, que seremos nosotros los que decidamos después qué hacer con ellas. Si ellas nos conducen a una buena o mala acción eso dependerá de nosotr@s y de cuán desarrollada tengamos nuestra inteligencia del corazón.
No deberíamos temer sentir emociones, deberíamos entrenarnos en su manejo antes de manifestarlas y conseguir que nuestras palabras y actos se alineen con nuestros valores más profundos. Entonces no tendremos miedo a sentir envidia (por ejemplo), porque sabremos que cuando la sintamos la aceptaremos pero no seguiremos esa energía destructiva que necesita ver sufrir a nuestro envidiado.
Cuando tenemos miedo de sentir, o de llegar adonde nos puede conducir aquello que sentimos, es cuando reprimimos. A estas alturas sabemos que no es saludable la represión, y no lo es porque esas emociones encerradas en el armario contraen nuestro cuerpo y su energía queda bloqueada en los músculos u órganos vitales.
Ciertyas emociones pueden llevarnos a reaccionar de tal manera que después podríamos arrepentirnos, y para evitarlo no debemos eludir esas emociones, sino entrenarnos en manejarlas para que estén a nuestro servicio y nos lleven a actuar como nosotr@s consideramos que es apropiado. Eso es lo que llamamos Libertad Interior.
En la próxima entrada al Blog trabajaremos con La Gestión Emocional "En Caliente" y "En Frio"
LA RESPONSABILIDAD SOBRE MI BIENESTAR ES SÓLO MÍA
¡Os dejo un abrazo de corazón a corazón!
Sentir una emoción es lo más normal del mundo, y sabemos ya que según nuestro sistema de creencias ante un determinado estímulo sentiremos un tipo de emociones u otras; pero ese sistema de creencias no es siempre consciente, por tanto las emociones se convierten en señales para que podamos conocer esas partes nuestras que quedan en la sombra. En consecuencia, será conveniente dar la bienvenida a todas las emociones que aparezcan. Y ¿cómo lo haremos? ¡Sí! Sintiéndolas con aceptación, sin juicio y con cariño. Sólo podremos dar esta bienvenida balinesa a nuestras emociones cuando sepamos que nosotros somos sus dueños, que seremos nosotros los que decidamos después qué hacer con ellas. Si ellas nos conducen a una buena o mala acción eso dependerá de nosotr@s y de cuán desarrollada tengamos nuestra inteligencia del corazón.
No deberíamos temer sentir emociones, deberíamos entrenarnos en su manejo antes de manifestarlas y conseguir que nuestras palabras y actos se alineen con nuestros valores más profundos. Entonces no tendremos miedo a sentir envidia (por ejemplo), porque sabremos que cuando la sintamos la aceptaremos pero no seguiremos esa energía destructiva que necesita ver sufrir a nuestro envidiado.
Cuando tenemos miedo de sentir, o de llegar adonde nos puede conducir aquello que sentimos, es cuando reprimimos. A estas alturas sabemos que no es saludable la represión, y no lo es porque esas emociones encerradas en el armario contraen nuestro cuerpo y su energía queda bloqueada en los músculos u órganos vitales.
Ciertyas emociones pueden llevarnos a reaccionar de tal manera que después podríamos arrepentirnos, y para evitarlo no debemos eludir esas emociones, sino entrenarnos en manejarlas para que estén a nuestro servicio y nos lleven a actuar como nosotr@s consideramos que es apropiado. Eso es lo que llamamos Libertad Interior.
En la próxima entrada al Blog trabajaremos con La Gestión Emocional "En Caliente" y "En Frio"
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¡Os dejo un abrazo de corazón a corazón!
domingo, 23 de julio de 2017
EL ORIGEN Y EL DESTINO DE LAS EMOCIONES
La inteligencia del corazón empieza su recorrido con el mundo emocional, y es éste la puerta para llegar al Verdadero Yo. Las emociones se convierten en grandes aliadas, pues ellas nos hablan sobre todas las capas que conforman nuestra cebolla interior. Si nos permitirnos sentirlas (que no quiere decir seguir su impulso motor) tendremos la oportunidad de ir conociéndonos para llegar a ser dueños y señores de nuestras vidas.
Aristóteles, filósofo griego de referencia, nos dejó escrito que las emociones derivan de nuestros pensamientos. Podemos hacer una prueba: cierra los ojos y trae a tu pensamiento uno de los momentos más alegres y divertidos de tu vida; cuando lo tengas piensa un rato en él, recuerda los detalles, quién había, qué hacías, qué pasaba. Y ahora observa cómo te sientes. ¿Te has descubierto a ti mismo con una sonrisa en el rostro? Es muy probable que pensar en esa situación te haya provocado alegría. Puedes hacer el mismo ejercicio con otras emociones si lo deseas; pruébalo también con aquellas que te producen más malestar y verás cómo también funciona.
Nuestros sistemas de creencias son el origen de las emociones. Cuando éramos pequeños y creíamos en los fantasmas como seres que aparecían bajo sábanas blancas, al escuchar el más mínimo ruido en la habitación teníamos miedo; ahora que hemos crecido, nuestro sistema de creencia ha cambiado y ya no creemos que los fantasmas nos asalten mientras dormimos, así que cuando oímos un ruido lo más probable es que no tengamos miedo y continuemos durmiendo plácidamente. La situación exterior es la misma, un ruido en la habitación a media noche, sin embargo la reacción emocional que tenemos ante este mismo estímulo es diferente en una edad o en otra, y eso es debido a que nuestro sistema de creencias, nuestros pensamientos, han cambiado. En este caso diríamos que han madurado.
Lo mismo ocurre cuando exponemos a dos personas diferentes- recordemos que cada una de ellas tiene su única e intransferible cebolla interior- a una misma situación y su primera reacción emocional es diferente.
Por ejemplo, dos personas, una asiática y una europea, juntas en una comida de trabajo en Filipinas; al acabar de comer, la mayoría de los asistentes filipinos eructarán sin vergüenza. La reacción emocional de la persona europea será probablemente el asco o disgusto mezclado con algo de vergüenza ajena, mientras que para la persona asiática no habrá tal reacción emocional porque lo ocurrido forma parte de su normalidad. De nuevo, el sistema de creencias es el que explica por qué dos personas pueden actuar delante del mismo hecho de forma diferente. Los sistemas de creencias, o sea, nuestros pensamientos, tienen la gran virtud de que pueden cambiar; sólo depende de que queramos hacerlo.
Cuando hablamos de sistema de creencias, nos referimos a la forma por la cual damos significado y coherencia a nuestro propio modelo del mundo. Este sistema de creencias lo crean pensamientos conscientes e inconscientes que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida a través de nuestra cultura, educación, familia, entorno social, medios de comunicación, experiencias vividas...
El origen de las emociones son los pensamientos, el sistema de creencias que tenemos instalado. Y el destino de las emociones, es el cuerpo y, a través de él, las palabras, los actos y la enfermedad o salud.
Palabras Actos Salud/Enfermedad
⬆ ⬆ ⬆
_____________________________
Cuerpo Físico
⬆
Emociones
⬆
Sistema de creencias
(Pensamientos conscientes+Pensamientos inconscientes)
Vemos pues que una emoción se convierte en una clave muy importante a la hora de conocernos a nosotros mismos, ya que gracias a ella podemos dar con pensamientos (generalmente inconscientes) que conforman nuestro sistema de creencias, y que quizá no son beneficiosos para nuestro desarrollo. En conclusión, las emociones nos dan la llave para ir abriendo las capas de la cebolla y conocernos más.
Más allá de las emociones y del sistema de creencias que forman nuestra máscara encontramos nuestro verdadero Yo. Y, ¿quién es él? Él es el que logra observar las emociones, des-identificándose de ellas; es el que logra observar y descubrir los pensamientos que las originan y también de ellos se des-identifican, y decide sustituirlos por otros.
Hemos llamado "máscara" a esta parte nuestra que no es el Verdadero Yo, y lo llamamos así porque, podemos quitárnoslas y cambiarlas por otras. El actor siempre es el mismo, pero puede decidir qué máscara llevar. Lo mismo ocurre en nuestro interior: nuestro Verdadero Yo siempre es el mismo, pero él puede decidir cómo quiere que sea su máscara, él decide si lleva una máscara que se ajuste a su cara, o bien una incómoda. Efectivamente, estaremos mejor cuando nuestra máscara más se ajuste a la naturaleza de nuestro Verdadero Yo, y no sólo a las expectativas que creemos que vienen impuestas del exterior, de nuestra familia, entornos, cultura o sociedad. Cuando nuestra máscara se ajusta exactamente a la esencia de nuestro Verdadero Yo somos entonces auténticos.
El Destino de las Emociones
Hasta aquí hemos hablado del origen de las emociones, pero también es importante el destino de ellas, pues a veces no podemos identificarlas, pero sí podemos reconocerlas por sus consecuencias.
Por ejemplo, si vemos a una persona caminar lentamente con la cabeza y los hombros caídos mientras suspira profundamente, aunque ella nos diga que está alegre va a ser muy difícil creerla, ¿verdad?. Todo su cuerpo nos indica que está triste; si ella decide engañarse a si misma puede hacerlo, pero su cuerpo no mentirá. Si ella se abre a descubrir qué siente podrá empezar entonces a observar su cuerpo y quizás se dé cuenta de que, contrariamente a lo que creía, en su ser está albergando una profunda pena. Y sólo si toma conciencia de su tristeza podrá hacer algo respecto a ella.
Nuestro cuerpo es el espejo de nuestro interior, por eso hemos incluido en el esquema la salud o enfermedad, porque también ellas reflejan cómo estamos por dentro.
Si queremos podemos achacar todas las culpas de nuestras dolencias a las bacterias y virus que corren por el universo exterior, o a la mala suerte, pero también podemos considerar que quizá nuestro cuerpo enferma o se lesiona para contarnos algo acerca de nosotros mismos que nos empeñamos a esconder. Deshacer las capas de la cebolla interior es una labor que cada uno decide cuán superficial o profundamente empieza a realizar.
Las emociones están ahí para contarnos algo. Cuando no somos capaces de sentirlas directamente, siempre podemos recurrir a leer el mensaje escondido de nuestro cuerpo, de nuestras palabras y de nuestros actos. Ésta es una iniciativa altamente responsable con lo que nos sucede.
Pues la próxima seguiremos con más Inteligencia del Corazón, espero que os guste y les interese.
Comenten en el blog si les apetece, y compartan con sus ami@s!!
Abrazo de corazón a corazón!!
Marta
sábado, 17 de junio de 2017
LAS EMOCIONES: EL MOTOR QUE NOS MUEVE
TODOS LOS SERES HUMANOS TENEMOS EMOCIONES
Las primeras capas de la cebolla gigante interior tienen que ver con las emociones; y la primera parada en el viaje del autoconocimiento es sin duda la estación emocional. Por tanto, la inteligencia del corazón nos invita antes que nada a conocer nuestras emociones y a aprender a gestionarlas.
Hablar del ser humano es hablar también de emociones; como sabemos, todos tenemos un par de caballos que nos mueven. Las emociones son impulsos que comportan reacciones automáticas. El ser humano está vivo y siente, y aquello que siente es lo que llamamos "emoción" o "sentimiento".
La diferencia entre emoción y sentimiento es sutil, pero existe. La emoción incluye, en el momento que se vive y delante del estímulo que la provoca, cambios en nuestros cuerpos y motivación para actuar. Es por tanto espontánea, y dura entre algunos segundos y algunas horas. En cambio, el sentimiento es una actitud que nace de una emoción, pero perdura más que ella. Un sentimiento es una emoción filtrada por la razón para prolongarse en el tiempo. Es decir, cuando alimentamos a la emoción de pensamientos la convertimos en sentimiento.
Hoy en día todas las investigaciones hechas desde la Neurociencia sobre el origen biológico de los comportamientos humanos avalan que podamos incluir el componente emocional. Estos aportes científicos corroboran que las emociones están detrás de todos nuestros comportamientos, y por ello es necesario educar en las emociones. Y educar significa primero reconocer que tenemos emociones y que éstas necesitan ser gestionadas.
Si no somos conscientes de la importancia de las emociones en nuestras vidas estamos dejando el timón de nuestro barco a la deriva.
Por tanto, es fundamental que sepamos que todos los seres humanos tenemos emociones, y que es nuestra responsabilidad conocerlas y gestionarlas.
LA FÁBRICA DE EMOCIONES
Antes de seguir, vamos a hacer una pequeña introducción de tipo biológico para contextualizar la "fábrica de emociones" en nuestro cerebro. El cerebro humano se compone de un cerebro reptil central, un cerebro mamífero o emocional inferior, y un cerebro humano o neocórtex superior.
Cada uno de los tres cerebros o regiones cerebrales se conectan con los demás a través de una red de nervios, a la vez que ejerce sus propias funciones específicas. En ocasiones los tres cerebros operan juntos de forma coordinada y potencian lo mejor del ser humano; efectivamente, cuando se da esta situación es la ideal.
El cerebro reptil es la parte que los humanos compartimos con los demás vertebrados. Este cerebro es el más antiguo. Activa comportamientos instintivos relacionados con la supervivencia y controla funciones corporales esenciales para la vida, como el hambre, la digestión, la respiración, la circulación sanguínea, la temperatura corporal, el movimiento, los instintos territoriales, el instinto de huida o lucha, entre otros.
El cerebro mamífero, cerebro emocional inferior o sistema límbico tiene la misma estructura que en las demás especies de animales mamíferos. Desencadena emociones fuertes, y aquí nace el comportamiento social. Por tanto, esa parte del cerebro activará, por ejemplo, la ira, el miedo, la angustia de la separación, el cuidado de la crianza, las relaciones sociales, el juego...En el sistema límbico se encuentra la amígdala, que tiene como función principal el procesamiento y el almacenamiento de reacciones emocionales.
El cerebro superior racional o neocórtex equivale al 85% de la masa cerebral total y envuelve a las otras dos partes. Sus funciones y capacidades incluyen la creatividad y la imaginación, la capacidad de resolver problemas, el razonamiento y la reflexión, la conciencia de uno mismo, la bondad, la empatía, y la compasión.
El hombre ha logrado grandes avances tecnológicos, filosóficos, artísticos y sociales gracias a este cerebro.
Sin embargo, debe estar en conexión con los sistemas de emotividad social para no convertirse en un órgano meramente mecánico.
LAS EMOCIONES: EL MOTOR QUE NOS MUEVE!
La palabra "emoción" procede del vocablo latín movere, que quiere decir "mover". Por tanto, podemos imaginar la emoción como un motor interno que nos lleva a la acción. Todas las emociones tienen una respuesta fisiológica en el cuerpo y nos predisponen a una acción. Una emoción que no está gestionada aparecerá como una reacción a un estímulo y llevará a la persona a una acción determinada. Es decir, podemos imaginar que, cuando se activan, las emociones tienen vida propia, y es entonces cuando "nos poseen", para hacernos reaccionar según su naturaleza. Si nosotros no nos damos cuenta de ellas, ni tampoco nos damos cuenta de cuándo nos poseen, damos luz verde a todas la acciones que ellas proponen, aunque luego nos arrepintamos.
No todas las emociones tienen las mismas respuestas fisiológicas, ni todas las emociones llevan a las mismas acciones; lo que sí es cierto es que todas las emociones conviven en nuestro interior y que todas ellas tienen como destino una reacción física en respuesta a un estímulo que puede ser externo pero también interno. ¿Cuántas veces nos enfadamos con nosotros mismos?
Para que las emociones no nos posean, debemos aprender a identificarlas, o, lo que sería lo mismo, a no identificarnos con ellas. Después ya aprenderemos a gestionarlas educándonos emocionalmente, que es el primer paso para desarrollar la inteligencia del corazón.
Dado que las emociones se sitúan en el cuerpo, aprender a identificarlas pasará por observar la respuesta fisiológica que cada una de ellas tiene en nosotros. Es decir, indagaremos lo que producen en nuestro cuerpo cuando las sintamos. A modo de ejemplo, detallaremos algunos de estos cambios que se producen al sentirlas y veremos a qué acción nos suelen conducir con su energía cuando nos poseen.
Rabia
Cuando sentimos rabia, la sangre fluye a las manos, el ritmo cardíaco se acelera y hay un aumento de hormonas (adrenalina), que generan calor y energía. Estos cambios fisiológicos nos preparan para el ataque; por eso la rabia, si nos posee, nos llevará tendencialmente a las peleas.
Miedo
Con el miedo la sangre va a los músculos grandes, como los de las piernas, y deja de circular en el rostro, dejándolo pálido. La frecuencia cardíaca aumenta, aumentan también la conductividad de la piel y la sudoración.
El miedo puede también generar trastornos gástricos y sequedad en la boca. El cuerpo se congela y hay una secreción de hormonas que nos pone en alerta ante el peligro para poder dar una respuesta a tiempo. Ésta es una emoción que cuando nos posea nos conducirá, en función de la amenaza, a escapar o a quedar quietos.
Estas dos estrategias serían comparables a la de dos animales como la gacela y la cabra; la primera huye cuando tiene miedo y la segunda se queda inmóvil, esperando que le atrape el depredador. Los seres humanos combinamos ambas.
Tristeza
Cuando la tristeza toca a nuestras puertas se produce una caída de energía y del entusiasmo por la vida. El metabolismo se hace más lento y se necesita aislamiento. Esta necesidad de soledad surge para crear el espacio para llorar la pérdida o la esperanza frustrada, también para comprender los efectos que tendrá ello en la vida y para planificar un nuevo comienzo. La tristeza así entendida viene relacionada con el duelo de perder a alguien o algo querido, por tanto nos será útil saberla vivir. La tristeza es necesaria en un proceso de duelo, y para cada persona tendrá una duración determinada.
Hay otras emociones como la desesperanza, la desilusión, el aburrimiento o incluso la frustración que tienden a confundirse con la tristeza.
Disgusto
El disgusto o asco cuando descubrimos un olor o un gusto repugnante nos produce una expresión facial que lleva el labio superior a tocarse hacia un lado y a fruncir la nariz. Estos cambios en la fisonomía tienen como consecuencia el bloqueo de las fosas nasales para evitar el mal olor o para escupir un alimento con mal sabor. De nuevo, vemos cómo esta emoción tiene también una función práctica para nuestro bienestar; sin embargo, si estamos en una cena de gala y algún alimento no nos gusta, probablemente encontremos alguna otra estrategia más fina que escupirlo, y eso será porque el asco no nos ha poseído por completo.
Sorpresa
Al sentir sorpresa, las cejas se levantan y se dilatan las pupilas, permitiendo que llegue más luz a la retina y se amplíe el alcance visual. Este cambio facial puede también ir acompañado de un descenso de la mandíbula inferior, dejando la boca abierta. Además, hay un incremento de sensibilidad para los órganos sensoriales. Estos cambios permiten que llegue más información sobre lo que está ocurriendo y facilita tomar decisiones más rápidas. La sorpresa es una emoción que dura muy poco, y nos dispone a abrirnos a lo que suceda.
Alegría
La alegría nos produce una disminución de la frecuencia cardíaca, se inhiben los sentimientos negativos y se favorece el aumento de energía disponible. Se activa el músculo zigomático que eleva la comisura de los labios, y pueden aparecer la risa o la sonrisa. Cuando esta emoción nos posee genera tranquilidad en el cuerpo y relajación, que se traduce en buena predisposición y entusiasmo para próximas labores, lo que nos facilitará la consecución de nuevos objetivos.
Amor
Cuando sentimos que amamos, se despiertan los mecanismos parasimpáticos del cuerpo, y esto es justamente lo contrario que ocurre cuando sentimos rabia. Se da una respuesta de relajación que genera un estado general de calma y satisfacción que facilita la cooperación.
LAS EMOCIONES NO SON NI BUENAS NI MALAS
Todos los hombres y mujeres tenemos emociones, forma parte de nuestra condición humana y, lo que es más importante, las emociones que sentimos no son ni buenas ni malas: sólo son emociones.
A lo sumo podemos decir que hay emociones que nos sientan mejor y otras peor.
Todas las emociones nos predisponen a la acción, son el motor, la motivación de nuestro actuar. Por tanto, necesitamos a las emociones, ya que todas ellas, de alguna forma, velan para que estemos bien. Si nos fijamos, todas tienen en última instancia la función de protegernos, ayudarnos o cuidarnos. La rabia nos defiende, el miedo nos protege, la tristeza nos recompone...Sin embargo, no todas nos generan el mismo nivel de bienestar, ni todas tienen una justificación que se adecua a la realidad objetiva.
Tenemos la tendencia generalizada a clasificar todo en bueno o malo, y lo mismo hacemos con las emociones. Según nuestra educación, hay algunas que consideramos buenas y otras malas. Todos queremos ser buenos, así que no nos permitimos sentir las emociones que creemos o que nos han eseñado que son malas, y eso es lo que se llama "represión emocional". Todo aquello que creemos nos convierte en una mala persona es muy probable que lo metamos dentro de un armario interior con la esperanza de que se lo coman las polillas y nadie nunca nos pueda acusar de haberlo sentido. Sin embargo, y ésta es la cruda realidad, las polillas no comen emociones, sólo alimentos, ropa y papel. Así que todas las emociones que reprimimos, es decir, que no nos permitimos sentir y que metemos en el armario, se quedan bloqueando energía en nuestros músculos u otros órganos vitales.
A modo de ejemplo, diremos que el hígado se relaciona con la rabia, los pulmones con la tristeza, el bazo con la preocupación/obsesión, el riñón con el miedo y el corazón con el amor.
Existe miedo a sentir determinadas emociones que a priori se niegan. Cuesta mucho admitir que en nuestro interior se pueda despertar el odio, la envidia, o los celos, o la venganza, o también el amor por alguien inapropiado. Y es que como no nos han educado en gestión emocional, tenemos la creencia (corroborada por supuesto por nuestra experiencia) de que permitirse sentir una emoción significa dejarse poseer por ella y convertirla en acción. Y no hay nada más lejano de la realidad. Permitirse sentir todas las emociones no quiere decir en ningún caso permitir que todas ellas hagan lo que están programadas para hacer, en absoluto. Sentir una emoción no quiere decir hacer algo con ella, sino sólo sentirla, aceptarla.
En la próxima entrada al blog continuaremos con este aprendizaje de gestión de las emociones.
Abrazo de corazón a corazón!!
Las primeras capas de la cebolla gigante interior tienen que ver con las emociones; y la primera parada en el viaje del autoconocimiento es sin duda la estación emocional. Por tanto, la inteligencia del corazón nos invita antes que nada a conocer nuestras emociones y a aprender a gestionarlas.
Hablar del ser humano es hablar también de emociones; como sabemos, todos tenemos un par de caballos que nos mueven. Las emociones son impulsos que comportan reacciones automáticas. El ser humano está vivo y siente, y aquello que siente es lo que llamamos "emoción" o "sentimiento".
La diferencia entre emoción y sentimiento es sutil, pero existe. La emoción incluye, en el momento que se vive y delante del estímulo que la provoca, cambios en nuestros cuerpos y motivación para actuar. Es por tanto espontánea, y dura entre algunos segundos y algunas horas. En cambio, el sentimiento es una actitud que nace de una emoción, pero perdura más que ella. Un sentimiento es una emoción filtrada por la razón para prolongarse en el tiempo. Es decir, cuando alimentamos a la emoción de pensamientos la convertimos en sentimiento.
Hoy en día todas las investigaciones hechas desde la Neurociencia sobre el origen biológico de los comportamientos humanos avalan que podamos incluir el componente emocional. Estos aportes científicos corroboran que las emociones están detrás de todos nuestros comportamientos, y por ello es necesario educar en las emociones. Y educar significa primero reconocer que tenemos emociones y que éstas necesitan ser gestionadas.
Si no somos conscientes de la importancia de las emociones en nuestras vidas estamos dejando el timón de nuestro barco a la deriva.
Por tanto, es fundamental que sepamos que todos los seres humanos tenemos emociones, y que es nuestra responsabilidad conocerlas y gestionarlas.
LA FÁBRICA DE EMOCIONES
Antes de seguir, vamos a hacer una pequeña introducción de tipo biológico para contextualizar la "fábrica de emociones" en nuestro cerebro. El cerebro humano se compone de un cerebro reptil central, un cerebro mamífero o emocional inferior, y un cerebro humano o neocórtex superior.
Cada uno de los tres cerebros o regiones cerebrales se conectan con los demás a través de una red de nervios, a la vez que ejerce sus propias funciones específicas. En ocasiones los tres cerebros operan juntos de forma coordinada y potencian lo mejor del ser humano; efectivamente, cuando se da esta situación es la ideal.
El cerebro reptil es la parte que los humanos compartimos con los demás vertebrados. Este cerebro es el más antiguo. Activa comportamientos instintivos relacionados con la supervivencia y controla funciones corporales esenciales para la vida, como el hambre, la digestión, la respiración, la circulación sanguínea, la temperatura corporal, el movimiento, los instintos territoriales, el instinto de huida o lucha, entre otros.
El cerebro mamífero, cerebro emocional inferior o sistema límbico tiene la misma estructura que en las demás especies de animales mamíferos. Desencadena emociones fuertes, y aquí nace el comportamiento social. Por tanto, esa parte del cerebro activará, por ejemplo, la ira, el miedo, la angustia de la separación, el cuidado de la crianza, las relaciones sociales, el juego...En el sistema límbico se encuentra la amígdala, que tiene como función principal el procesamiento y el almacenamiento de reacciones emocionales.
El cerebro superior racional o neocórtex equivale al 85% de la masa cerebral total y envuelve a las otras dos partes. Sus funciones y capacidades incluyen la creatividad y la imaginación, la capacidad de resolver problemas, el razonamiento y la reflexión, la conciencia de uno mismo, la bondad, la empatía, y la compasión.
El hombre ha logrado grandes avances tecnológicos, filosóficos, artísticos y sociales gracias a este cerebro.
Sin embargo, debe estar en conexión con los sistemas de emotividad social para no convertirse en un órgano meramente mecánico.
LAS EMOCIONES: EL MOTOR QUE NOS MUEVE!
La palabra "emoción" procede del vocablo latín movere, que quiere decir "mover". Por tanto, podemos imaginar la emoción como un motor interno que nos lleva a la acción. Todas las emociones tienen una respuesta fisiológica en el cuerpo y nos predisponen a una acción. Una emoción que no está gestionada aparecerá como una reacción a un estímulo y llevará a la persona a una acción determinada. Es decir, podemos imaginar que, cuando se activan, las emociones tienen vida propia, y es entonces cuando "nos poseen", para hacernos reaccionar según su naturaleza. Si nosotros no nos damos cuenta de ellas, ni tampoco nos damos cuenta de cuándo nos poseen, damos luz verde a todas la acciones que ellas proponen, aunque luego nos arrepintamos.
No todas las emociones tienen las mismas respuestas fisiológicas, ni todas las emociones llevan a las mismas acciones; lo que sí es cierto es que todas las emociones conviven en nuestro interior y que todas ellas tienen como destino una reacción física en respuesta a un estímulo que puede ser externo pero también interno. ¿Cuántas veces nos enfadamos con nosotros mismos?
Para que las emociones no nos posean, debemos aprender a identificarlas, o, lo que sería lo mismo, a no identificarnos con ellas. Después ya aprenderemos a gestionarlas educándonos emocionalmente, que es el primer paso para desarrollar la inteligencia del corazón.
Dado que las emociones se sitúan en el cuerpo, aprender a identificarlas pasará por observar la respuesta fisiológica que cada una de ellas tiene en nosotros. Es decir, indagaremos lo que producen en nuestro cuerpo cuando las sintamos. A modo de ejemplo, detallaremos algunos de estos cambios que se producen al sentirlas y veremos a qué acción nos suelen conducir con su energía cuando nos poseen.
Rabia
Cuando sentimos rabia, la sangre fluye a las manos, el ritmo cardíaco se acelera y hay un aumento de hormonas (adrenalina), que generan calor y energía. Estos cambios fisiológicos nos preparan para el ataque; por eso la rabia, si nos posee, nos llevará tendencialmente a las peleas.
Miedo
Con el miedo la sangre va a los músculos grandes, como los de las piernas, y deja de circular en el rostro, dejándolo pálido. La frecuencia cardíaca aumenta, aumentan también la conductividad de la piel y la sudoración.
El miedo puede también generar trastornos gástricos y sequedad en la boca. El cuerpo se congela y hay una secreción de hormonas que nos pone en alerta ante el peligro para poder dar una respuesta a tiempo. Ésta es una emoción que cuando nos posea nos conducirá, en función de la amenaza, a escapar o a quedar quietos.
Estas dos estrategias serían comparables a la de dos animales como la gacela y la cabra; la primera huye cuando tiene miedo y la segunda se queda inmóvil, esperando que le atrape el depredador. Los seres humanos combinamos ambas.
Tristeza
Cuando la tristeza toca a nuestras puertas se produce una caída de energía y del entusiasmo por la vida. El metabolismo se hace más lento y se necesita aislamiento. Esta necesidad de soledad surge para crear el espacio para llorar la pérdida o la esperanza frustrada, también para comprender los efectos que tendrá ello en la vida y para planificar un nuevo comienzo. La tristeza así entendida viene relacionada con el duelo de perder a alguien o algo querido, por tanto nos será útil saberla vivir. La tristeza es necesaria en un proceso de duelo, y para cada persona tendrá una duración determinada.
Hay otras emociones como la desesperanza, la desilusión, el aburrimiento o incluso la frustración que tienden a confundirse con la tristeza.
Disgusto
El disgusto o asco cuando descubrimos un olor o un gusto repugnante nos produce una expresión facial que lleva el labio superior a tocarse hacia un lado y a fruncir la nariz. Estos cambios en la fisonomía tienen como consecuencia el bloqueo de las fosas nasales para evitar el mal olor o para escupir un alimento con mal sabor. De nuevo, vemos cómo esta emoción tiene también una función práctica para nuestro bienestar; sin embargo, si estamos en una cena de gala y algún alimento no nos gusta, probablemente encontremos alguna otra estrategia más fina que escupirlo, y eso será porque el asco no nos ha poseído por completo.
Sorpresa
Al sentir sorpresa, las cejas se levantan y se dilatan las pupilas, permitiendo que llegue más luz a la retina y se amplíe el alcance visual. Este cambio facial puede también ir acompañado de un descenso de la mandíbula inferior, dejando la boca abierta. Además, hay un incremento de sensibilidad para los órganos sensoriales. Estos cambios permiten que llegue más información sobre lo que está ocurriendo y facilita tomar decisiones más rápidas. La sorpresa es una emoción que dura muy poco, y nos dispone a abrirnos a lo que suceda.
Alegría
La alegría nos produce una disminución de la frecuencia cardíaca, se inhiben los sentimientos negativos y se favorece el aumento de energía disponible. Se activa el músculo zigomático que eleva la comisura de los labios, y pueden aparecer la risa o la sonrisa. Cuando esta emoción nos posee genera tranquilidad en el cuerpo y relajación, que se traduce en buena predisposición y entusiasmo para próximas labores, lo que nos facilitará la consecución de nuevos objetivos.
Amor
Cuando sentimos que amamos, se despiertan los mecanismos parasimpáticos del cuerpo, y esto es justamente lo contrario que ocurre cuando sentimos rabia. Se da una respuesta de relajación que genera un estado general de calma y satisfacción que facilita la cooperación.
LAS EMOCIONES NO SON NI BUENAS NI MALAS
Todos los hombres y mujeres tenemos emociones, forma parte de nuestra condición humana y, lo que es más importante, las emociones que sentimos no son ni buenas ni malas: sólo son emociones.
A lo sumo podemos decir que hay emociones que nos sientan mejor y otras peor.
Todas las emociones nos predisponen a la acción, son el motor, la motivación de nuestro actuar. Por tanto, necesitamos a las emociones, ya que todas ellas, de alguna forma, velan para que estemos bien. Si nos fijamos, todas tienen en última instancia la función de protegernos, ayudarnos o cuidarnos. La rabia nos defiende, el miedo nos protege, la tristeza nos recompone...Sin embargo, no todas nos generan el mismo nivel de bienestar, ni todas tienen una justificación que se adecua a la realidad objetiva.
Tenemos la tendencia generalizada a clasificar todo en bueno o malo, y lo mismo hacemos con las emociones. Según nuestra educación, hay algunas que consideramos buenas y otras malas. Todos queremos ser buenos, así que no nos permitimos sentir las emociones que creemos o que nos han eseñado que son malas, y eso es lo que se llama "represión emocional". Todo aquello que creemos nos convierte en una mala persona es muy probable que lo metamos dentro de un armario interior con la esperanza de que se lo coman las polillas y nadie nunca nos pueda acusar de haberlo sentido. Sin embargo, y ésta es la cruda realidad, las polillas no comen emociones, sólo alimentos, ropa y papel. Así que todas las emociones que reprimimos, es decir, que no nos permitimos sentir y que metemos en el armario, se quedan bloqueando energía en nuestros músculos u otros órganos vitales.
A modo de ejemplo, diremos que el hígado se relaciona con la rabia, los pulmones con la tristeza, el bazo con la preocupación/obsesión, el riñón con el miedo y el corazón con el amor.
Existe miedo a sentir determinadas emociones que a priori se niegan. Cuesta mucho admitir que en nuestro interior se pueda despertar el odio, la envidia, o los celos, o la venganza, o también el amor por alguien inapropiado. Y es que como no nos han educado en gestión emocional, tenemos la creencia (corroborada por supuesto por nuestra experiencia) de que permitirse sentir una emoción significa dejarse poseer por ella y convertirla en acción. Y no hay nada más lejano de la realidad. Permitirse sentir todas las emociones no quiere decir en ningún caso permitir que todas ellas hagan lo que están programadas para hacer, en absoluto. Sentir una emoción no quiere decir hacer algo con ella, sino sólo sentirla, aceptarla.
En la próxima entrada al blog continuaremos con este aprendizaje de gestión de las emociones.
Abrazo de corazón a corazón!!
miércoles, 19 de abril de 2017
LA INTELIGENCIA DEL CORAZÓN
Comprendemos desde un prisma más amplio y escuchar el lenguaje silencioso del corazón nos ayuda a abrazar una parte de nosotr@s que no siempre ha tenido buena prensa y que, sin embargo, nos ha ayudado a configurar lo que somos y lo que decidimos en cada instante.
Reflexionaremos sobre aquello que reside en nuestro interior. Y si, en nuestro interior residimos nosotr@s mism@s. Podemos imaginarnos envueltos por una cebolla gigante llena de capas, como muchos han definido aquello que empieza después de nuestra piel y no se ve, porque está debajo, muy dentro.
Para cada un@ de nodotr@s esa cebolla es diferente.
Diferente textura, diferente aspecto, diferente color, diferente gusto, diferente olor...De hecho, este huerto de cebollas multicolores hace que en el planeta Tierra seamos más de 6.000 millones de individuos singulares, aunque curiosamente este dato tan obvio suele pasar desapercibido cada vez que esperamos que alguien se comporte como lo haríamos nosot@s. Tendemos a olvidar que, aunque somos iguales porque tod@s albergamos cebollas, somos diferentes porque cada una de nuestras cebollas es única e irrepetible.
Para quien sea la primera vez que escucha hablar sobre esta cebolla interior, hay que apuntar que se nos compara con este tubérculo pues, al igual que nosotr@s, está compuesto de capas, y el autoconocimiento pasa por ir descubriendo cada una de estas capas para poder llegar al centro de nuestro verdadero Yo.
Nuestro Verdadero Yo habita en nuestro interior, pero si hay muchas capas encima de él apenas puede manifestarse. Por tanto, cuanto más ligero esté, con más facilidad podrá expresarse y más auténticamente nos comportaremos.
La autenticidad nos permite compartir nuestro Verdadero Yo con toda su singularidad entre los que nos rodean, enriqueciéndolos con nuestra diferencia. Somos auténtic@s cuando nos comportamos sin máscaras, tal y como somos: sin miedo a nuestros propios juicios ni a los juicios de los otr@s. La autenticidad la encontraremos a medida que saquemos las capas de nuestra cebolla interior.
Descubrir cuáles son estas capas, cuáles son sus colores, formas, olores...es parte de nuestro trabajo en la vida, y no sucede por arte de magia, sino que empieza cuando deseamos que así sea y ponemos energía y atención en este proceso, es decir, cuando empezamos a desarrollar nuestra inteligencia interior, la inteligencia que no se ocupa de comprender y experimentar en el mundo exterior que nos alberga, sino en aquella que se ocupa del mundo interior que albergamos.
Hemos llamado a esta inteligencia la "inteligencia del corazón", pues es nuestro corazón el que se encuentra en el centro y en él está el camino hacia nuestro Verdadero Yo. Fijémonos en qué parte del cuerpo nos tocamos con los dedos o con toda la palma de la mano cuando decimos "yo". ¿Quién sino nuestro propio cuerpo sabe dónde estamos, dónde residimos?. Y ¿nos tocamos acaso la frente, el codo, los pies o el estómago cuando nos referimos a nuestro yo?: (Puedes probarlo ahora si quieres para descubrir dónde está tu yo)
En las siguientes entradas al blog, iremos descubriendo qué hay dentro de nosotr@s y cómo podemos adueñarnos de ese universo que contenemos. Giraremos nuestras pupilas ciento ochenta grados, y estaremos list@s para mirar hacia dentro. Porque aquello a lo que prestaremos atención sucede dentro, y no fuera de nosotr@s.
Desarrollar esta inteligencia interior, o inteligencia del corazón, requiere de práctica. Aunque comprendamos racionalmente todo lo que se nos explica sobre nuestro interior, si no llevamos a la práctica lo que con la cabeza aprendemos, no estaremos usando esta inteligencia, sólo la intelectual.
La inteligencia del corazón requiere de práctica constante para poder ser desarrollada, y con ella ir avanzando en el proceso de descubrir bajo las capas de nuestra cebolla ese Verdadero Yo que auténticamente somos.
Un trabajo que consiste en adoptar una actitud, en una atención constante, en una presencia en el aquí y ahora.
Preparad@??
Pues en la próxima entrada al blog comenzaremos!
No te lo pierdas!
Abrazo de corazón a corazón!!
Marta Varela Moreno
Ref. Pax Dettoni
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