martes, 1 de diciembre de 2015

Comprensión Emocional


Control emocional

Por control emocional no se entiende, en contra de lo que pudiese parecer el ahogar o reprimir las emociones si no en regular, controlar o eventualmente modificar estados anímicos y sentimientos, o su modificación inmediata, cuando estos son inconvenientes en una situación dada.
Un aspecto importante del autocontrol emocional lo constituye la habilidad de moderar la propia reacción emocional ante una situación, ya sea esa reacción negativa o positiva (por ejemplo no sería conveniente expresar excesiva alegría ante otras personas que están pasando en ese momento por situaciones desagradables).
La consciencia sobre las propias emociones es el primer paso para el control de las propias emociones y algunas estrategias en las que se puede entrenar para el control emocional son las técnicas de relajación física y mental: relajación progresiva, la respiración profunda, el entrenamiento autógeno, la distensión muscular...
Para el control emocional es importante tener en cuenta el efecto de contagio de las emociones.


Aprovechamiento productivo de las emociones

Una mayor responsabilidad respecto a las propias emociones o sentimientos puede reducir las tendencias victimistas, aumentar la capacidad de concentración y atención, ofrecer respuestas más oportunas, positivas, creativas, es decir menor impulsividad.
Intentar controlar los aspectos negativos de las propias emociones y utilizar los positivos, serían nuestro objetivo y para ello se pueden utilizar técnicas que incidan en el aumento de la responsabilidad personal, demoras en gratificaciones (por ejemplo posponer recompensas inmediatas para el logro de un objetivo), tolerancia a la frustración, control de los impulsos…


Empatía. El reconocimiento de las emociones ajenas

La empatía se define como la habilidad para estar consciente de reconocer y apreciar los sentimientos de los demás. Se trata de uno de los elementos claves de la inteligencia emocional, la cual pertenece al dominio interpersonal y es el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas.
Algunas de las habilidades y aptitudes que condicionan la empatía son:
  • Suspensión de juicio o propensión de pensar antes de actuar
  • Interés / respeto / consideración hacia el otro
  • Postura interactiva o disposición para entrar en contacto
  • Tolerancia ante la ambigüedad
  • Complejidad cognitiva o capacidad de gestionar costumbres sociales diferentes
  • Capacidad para diferenciar estereotipos de individuos
  • Relativización de las opiniones personales


Para comprender los sentimientos de los demás es igualmente necesario reconocer y expresar los propios sentimientos; y además nos proporciona un entrenamiento en detectar estados de ánimo a través de la expresión corporal y facial. Entrenamiento en la propia expresión corporal: utilización de la sonrisa, postura recta, mirada al interlocutor…
Siguiendo las teorías de Augusto Curry, en la educación emocional se destacan dos factores directamente implicados en que ésta sea efectiva: el fenómeno RAM y el síndrome SPA.

 El fenómeno RAM
El síndrome SPA   

El aprendizaje depende del registro diario de miles de estímulos externos (visuales, auditivos, táctiles) e internos (pensamientos y reacciones emocionales) en las matrices de la memoria. Anualmente archivamos millones de experiencias, pero a diferencia de lo que ocurre con las computadoras, los registros en nuestra memoria son involuntarios, producidos por el Registro Automático de Memoria (RAM). Todas las imágenes que captamos se registran automáticamente, todos los pensamientos y emociones –negativos y positivos- son registrados involuntariamente. Lo que se registra nunca se puede borrar, sólo reeditar a través de nuevas experiencias que se escriben sobre las antiguas experiencias. Igualmente es importante destacar que las emociones definen la calidad del registro: todas las experiencias que tienen un alto volumen emocional generan un registro intenso.
Las sociedades actuales, sobre todo los medios de comunicación y la industria del ocio, generan una inmensa cantidad de estímulos sencillos que requieren un mínimo de esfuerzo personal. A partir de la normalización de dichos estímulos el umbral de satisfacción aumenta por lo que se necesitan cada vez más impulsos para sentir un mínimo de satisfacción. Todo ello desemboca en un Síndrome del Pensamiento Acelerado (SPA) y, en busca de algún estímulo satisfactorio se ha de acceder a decenas de estímulos continuados. El bombardeo de información que se recibe no alcanza a ser elaborado de una manera consciente puesto que cuando se comienza a reflexionar sobre un estímulo emocional ya se han recibido otros. Esta acomodación a una gran cantidad de estímulos termina por crear dependencia, creándose una especie de hiperactividad cerebral que impide o dificulta una organización de pensamientos.
Este síndrome, generado por una ingente cantidad de estímulos, ocasiona consecuencias tanto psicológicas como físicas, desde un sueño insuficiente irritabilidad, sufrimiento anticipado, olvidos, dificultad para concentrarse, aversión a la rutina hasta dolor de cabeza, dolor muscular, taquicardia y gastritis. La disminución de la memoria se presenta como uno de los efectos más generales.



Escucha activa
La escucha activa consiste en escuchar y mostrar al interlocutor que está escuchando.
Debemos ser capaces de escuchar y oír lo que requiere comprender la totalidad del mensaje, buscando entender desde el propio punto de vista aquello que nos está comunicando. En la práctica la escucha activa se resume en el esfuerzo físico e intelectual que permite recibir la totalidad del mensaje enviado buscando interpretar correctamente su significado. Se caracteriza por la habilidad de captar y reflejar adecuadamente y en su totalidad el mensaje de la otra persona en su doble vertiente de contenidos (lo que nos requiere comunicar) y sentimientos y emociones (cómo nos comunica esos contenidos).
Al contrario de lo que ocurre con el habla, la escucha es tarea que requiere concentración y esfuerzo. Así, cuando hablamos somos protagonistas y transmitimos sólo lo que nos interesa, lo que nos satisface, pero cuando escuchamos, nos llegan mensajes compartidos y otros que no lo son y se pierde concentración. Ello, tiene una explicación científica: el cerebro humano tiene una capacidad de pensamiento de entre 350 y 700 palabras por minuto. En cambio la capacidad de procesamiento de mensajes hablados apenas supera las 130 palabras por minuto. La diferencia entre ambas capacidades se llena con pensamientos accesorios a lo que nos están diciendo. La escucha activa aporta notables ventajas. Ofrece tiempo para evaluar y comprender al emisor, lo que lleva a precisar y adecuar una buena respuesta. Comportamentalmente, la escucha activa suaviza tensiones. Algunas de las utilidades concretas de las habilidades de escucha activa para la práctica son tranquilizar o relajar situaciones tensas y lograr cooperación.
Es básico siempre intentar mejorar las habilidades de escucha y para ello es básico una preparación física (estar relajado, quedarse razonablemente quieto, mirar al otro, mantener una actitud de interés y mantener el contacto visual y facial) y una preparación mental (concentración, mente abierta, escuchar el tono y el contenido y plantear preguntas para aclarar los significados)

Elementos que facilitan la escucha activa

Elementos a evitar en la escucha activa
Disposición psicológica: prepararse interiormente para escuchar.
Observar al coachee: identificar el contenido de lo que dice, los objetivos y los sentimientos.
Expresar al coachee que se le escucha, con comunicación verbal (ya veo, umm, uh, etc.) y no verbal (contacto visual, gestos, inclinación del cuerpo, etc.). 
Los prejuicios. Juzgamos anticipadamente al emisor y a su mensaje. Nos fijamos en su apariencia o su conducta, y no en lo que nos está diciendo.
No distraernos. La curva de la atención se inicia en un punto muy alto, disminuye a medida que el mensaje continúa y vuelve a ascender hacia el final del mensaje. Hay que tratar de combatir esta tendencia haciendo un esfuerzo especial hacia la mitad del mensaje con objeto de que la atención no decaiga. No interrumpir al que habla.
No juzgar.
No ofrecer ayuda o soluciones prematuras.
No rechazar lo que el otro esté sintiendo, por ejemplo: "no te preocupes, eso no es nada”.
No contar "nuestra historia" cuando el otro necesita hablarnos. No contra argumentar.
Evitar el "síndrome del experto": ya se tienen las respuestas a los problemas de la otra persona, antes incluso de que haya terminado de comunicarlos.
De forma consciente o inconsciente se puede cortar la comunicación rechazando los sentimientos o acciones del coachee, así, comentarios como “ya no quiero oírte decir eso otra vez” o “pero a quien se le ocurre decir eso”, o medios no verbales como alejarse de una persona o evitar su mirada, pueden indicar rechazo a la comunicación.


Como habilidades para la escucha activa destacamos:
  • La empatía. Es una habilidad, propia del ser humano, que nos permite comprender y experimentar el punto de vista de otros sin por ello tener que estar de acuerdo. Es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona para desde ahí comprenderle. No basta con entender al otro, hay que demostrarlo. Para demostrar una actitud empática se usan frases como: “entiendo lo que sientes”, “noto que…” El contacto físico es una forma muy importante de comunicación no-verbal para transmitir empatía, no obstante, el contacto físico es algo que tiene que utilizarse con discreción porque hay personas que son reacias y puede ser sentido como un obstáculo. 
  • Parafrasear. Este concepto significa verificar o decir con las propias palabras lo que parece que el emisor acaba de decir. Esto ayuda a comprender lo que el otro está diciendo y permite verificar si realmente se está entendiendo y no malinterpretando lo que se dice. Por ejemplo “entonces, según veo, lo que pasaba era que…”, “¿quieres decir que te sentiste…”
  • Emitir palabras de refuerzo o cumplidos. Puede definirse como verbalizaciones que suponen un halago para la otra persona o refuerzan su discurso al transmitir que uno aprueba, está de acuerdo o comprende lo que se acaba de decir. Por ejemplo “me encanta hablar contigo” o frases menos directas como “bien”, “¡estupendo!”
  • Resumir. Mediante esta habilidad informamos a la otra persona de nuestro grado de comprensión o de la necesidad de mayor aclaración. Por ejemplo “si no te he entendido mal…”, “o sea, que lo que me estás diciendo es…”, “a ver si te entiendo bien…” y expresiones de aclaración serían “¿es correcto? ¿Estoy en lo cierto?"
  • Respuestas mínimas. Basta una palabra o movimiento de cabeza para dar la impresión de que se tiene interés en la conversación y nos gustaría que continuase, deben ser utilizadas con frecuencia, sobre todo en aquellas personas que se expresan poco.
  • El silencio. En ocasiones es mejor no decir nada, sobre todo si se presupone que el otro desea añadir algo a su último comentario. No se debe apresurar la comunicación para llenar los lapsus ya que en ocasiones las personas necesitan tiempo para pensar lo que van a decir. No debe presionarse no dar el aspecto de curiosidad, sobre todo por los aspectos privados de las personas.





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