domingo, 26 de mayo de 2019

EL PODER DEL LENGUAJE



" El cuerpo es un producto de la naturaleza y forma parte del mundo animal (...). Lo valioso del cuerpo es su capacidad de comunicación. Es un medio para transmitir información y compartir conciencia. "
                    David R. Hawkins

Si le preguntas a una persona que tengas más cerca qué sabe de su lenguaje, qué palabras dice más frecuentemente, si lo considera un lenguaje positivo, probablemente te contestará: "No lo sé". Si le dejas pensar un momento, comenzará a dar detalles generales: "Hablo muy rápido", "Uso muletillas", "Me dicen que hablo mucho, que aveces no me entienden", "Soy de pocas palabras", "Siempre digo al principio que no", "Soy muy concisa", "Cuento pocas cosas de mí", "Mis compañeros me dicen que siempre contesto "ya veremos" ", etc. "Pero no, no sé en concreto cómo es mi lenguaje". Sólo con preguntar acabas de permitirle a esa persona dar el primer paso para empezar a tomar conciencia de su lenguaje.

A tod@s nos gusta saber más de nosotr@s mism@s. Reflexionar sobre nuestro lenguaje no es una actividad que surja de manera espontánea, así que es una conversación interesante. Utilizamos las palabras, nos servimos de nuestra capacidad de expresarnos, pero sin pararnos a pensar cómo lo hacemos. Por ello, la primera etapa es proponerse tomar conciencia de tu lenguaje habitual, de tus palabras cotidianas. El momento kairós, que permite la apertura de la conciencia, de cómo "darse cuenta" cambia nuestro ritmo, nuestro lenguaje corporal, y de cómo podemos descubrir nuestras propias palabras cotidianas. Herramientas todas ellas para ayudarte a ser más conscientes del tipo de lenguaje positivo que quieres integrar en tu vida.

Existen dos formas de relacionarnos con el tiempo: una tiene que ver con el tiempo objetivo, concreto, tangible al que denominamos cronos. Nuestra vida parece marcada irreversible-mente por ese tiempo que habita en el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro. Nos lleva de cabeza y una de las frases más repetidas en general, tiene su sello "No tengo tiempo". Es el tiempo que marca las reuniones, la agenda muchas veces demasiado apretada, los plazos de entrega o lo que tardamos en llegar al trabajo o a una cita importante. Sin embargo, está claro que ahí no laten la vida íntima, ni el mundo de la toma de conciencia: ese es el terreno propicio de la segunda forma que tenemos de relacionarnos con el tiempo. Hablamos ahora del tiempo subjetivo, ese que habita en el emisferio derecho de nuestro cerebro y que recibe el nombre de kairós o tiempo emocional. Se puede definir como el momento especial en que comprendemos algo importante en nuestra vida y tomamos una decisión, muchas veces intuitiva, que tendrá una especial trascendencia.
Los griegos hablaban del Kairós para referirse al momento propicio en el que se puede realizar lo que antes parecía imposible y donde aparece por obra del ánimo humano un compromiso totalmente nuevo e imprevisto. En castellano se podría traducir como "tomar conciencia" o "darse cuenta", es el proceso de ignición (combustión) necesario que se da en cualquier aprendizaje, la exclamación tras la cual ya no hay posibilidad de volver al estado anterior. Supone un cambio de percepción, de paradigma y de visión. Todo aquel que experimenta kairós sufre una transformación de por vida.

En nuestro entrenamiento lingüístico, una y otra vez comprobamos la reacción que tienen las personas cuando les muestras de forma objetiva datos de su propio lenguaje a través de un mapa descriptivo minucioso y detallado.
La cara de sorpresa, la respiración profunda, el cuerpo que se echa para atrás o el gesto y la mirada perdida indican el momento en que el espacio, la forma y el tiempo se alinean. Es el momento perfecto para empezar nuestro entrenamiento, para tomar conciencia del propio lenguaje, de forma tangible, clara y precisa. Ahora sabemos el tipo de verbos que utilizamos, si los adjetivos que forman parte de nuestro discurso son subjetivos u objetivos, las veces que usamos el pronombre "yo" o el "nosotros", si las palabras que nos conforman pertenecen al canal visual, auditivo o kinestésico, etc. Tenemos toda una amplia gama de información lingüística. Muchas personas cuando acceden a esta información se quedan literalmente sin habla, asienten calladamente en un gesto que provoca la reflexión, el tiempo interno, la toma de decisiones que dará paso a la mejora. Literalmente se da en ellas la conciencia clara de que ya no hay marcha atrás y que, a partir de entonces, iniciarán pequeñas tareas que les permitan grandes cambios.

El Poder de Darse Cuenta

Cuando tomamos conciencia de nuestra forma de hablar, de las palabras que gobiernan nuestra vida, ocurre algo inesperado y maravilloso a lo llamamos "ritmo". De repente aparece un orden acompasado de las palabras y y de los gestos. Allí está nuestro foco de atención: en las palabras positivas. Aparecen con intensidad, seguidas de una sensación de logro, de claridad, sabemos exactamente lo que necesitamos y queremos decir en cada momento. Sabemos que lo que necesitamos decir es posible decirlo a pesar de las dificultades. El sentido del tiempo desaparece, lo que estamos diciendo y lo que estamos haciendo es valioso en sí mismo. Fluimos, y las palabras y los gestos brotan con facilidad en la mente. Engrosamos nuestra capacidad de entender y apreciar palabra a palabra, al elegir el lenguaje que nos conduce hacia un cambio positivo. Como los atletas que, sin descomponerse, sin perder el equilibrio y la energía armoniosa, son capaces de mantener el ritmo para alcanzar la meta. Nuestro ritmo lingüístico es una predisposición de todo nuestro cuerpo para alcanzar un objetivo: dar sentido a nuestra vida. Vivir una vida más satisfactoria y feliz de principio a fin.
Tener ritmo es una disposición del cuerpo y de las palabras para "habitar"cada instante de nuestra vida. El trato con el tiempo se vuelve más eficiente, aprovechamos la vida. Cuando la investigadora Barbara Fredrickson nos explica los beneficios que proporciona expresar emociones positivas como la alegría, la gratitud y la esperanza, insiste en que éstas nos permiten ampliar nuestros repertorios de pensamiento y acción. Observar el ritmo de nuestro cuerpo , observar cómo hablamos o cómo escribimos cuando expresamos estas emociones nos permitirá examinar atentamente cómo se pone en movimiento el cuerpo cuando estamos alegres o cuando vivimos una circunstancia frustrante. Y hacemos hincapié con el método sólo de la observación propia y ajena.

¿ Qué caracteriza a tus gestos y a tus palabras cuando estás alegre? El ritmo tiene una armonía, una fuerza, una energía que se siente y te hace vibrar.
¿ Qué destaca en ti cuando estás triste? Tu cuerpo está pesado, tus palabras son perezosas con el futuro. El trato con el tiempo es diferente.
Sólo tenemos que revivir una circunstancia agradable, alegre y feliz para sentir el ritmo positivo de la vida. Es una forma diferente de estar presente; nuestra presencia abarca todo nuestro cuerpo y mente.
Pensemos y tomemos conciencia de cómo se mueve nuestro cuerpo y cómo se mueven nuestras palabras al ritmo de estas emociones: alegría, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión, inspiración, asombro, amor, ilusión, etc. Podemos mirarnos en un espejo y vivir, evocar, esas circunstancias que nos han conducido a estar en esos estados emocionales positivos, o habitarlos con fuerza, con libertad y ver cómo la sonrisa aparece en nuestro rostro iluminado con la ilusión de la superación. Cómo caminamos, cómo nos expresamos, cómo miramos el mundo.
Con la observación, el cerebro se pone en movimiento de una forma más audaz, dominando varias escenas de nuestra vida que hasta ahora habían pasado desapercibidas, creando un alto grado de presencia reconocible y visible en el ritmo de nuestras palabras y de nuestros gestos.
Adquirimos un ritmo que modifica nuestra manera de movernos por el mundo...es más que un cambio o saber adaptarse a los cambios: nosotros somos el cambio mismo. Tal es el poder que nos otorgamos al elegir nuestras palabras y nuestros gestos. Es una nueva sensación de control, de conectar con nuestros sueños para descubrir nuevas posibilidades, refrescantes y llenas de energía.
Esta nueva sensación rítmica y perceptiva nace de las palabras positivas y del lenguaje positivo que nos permite darlo todo de nosotros

La escasa durabilidad de nuestras emociones, la satisfacción perecedera, la forma de vivir el tiempo o de sentirlo " a tiempo o a destiempo", nos pone en la pista de la falta de ritmo en la vida: perdemos coherencia, energía, influencia y la empatía pasa de puntillas muchas veces a lo largo del día...
Construir un gran día requiere construir grandes palabras y habitarlas.

La ciencia del lenguaje positivo
Luis Castellanos, Diana Yoldi, José Luis Hidalgo

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