viernes, 25 de diciembre de 2015

EL PENSAMIENTO “VISCERRACIONAL”

El hombre no es racional; sólo capaz de serlo.
Jonathan Swift


El juego entre lo que llamamos pensamiento racional y lo que consideramos emoción caracteriza casi toda la vida humana. Somos, a fin de cuentas, criaturas emocionales primero y racionales después.


La polaridad Racional-Emotiva

Nuestra conversación cotidiana y las frases hechas que usamos normalmente reconocen nuestra comprensión de la emoción como fuente soterrada de al menos parte de nuestro comportamiento.

Algunas personas hablan de ciertas decisiones como juicios “viscerales”, con lo que dan a entender que se originan en algún lugar del biocomputador, en niveles invisibles para la conciencia. Por el contrario, por lo general hablamos de juicios “racionales” como resultado de un proceso mental coherente que tiene lugar a novel consciente. El sentido habitual de pensamiento racional típicamente implica un movimiento de las pruebas a las conclusiones, una progresión, que podemos reconocer y describir.

Tanto la modalidad visceral como la racional del proceso mental – podemos referirnos a los dos incluso como formas de ideación – tienen su importancia y valor en nuestras interacciones con el mundo. A decir verdad, sería muy difícil separarlas. Parece más razonable asumir que todo proceso mental tiene un componente consciente o racional, que está entrelazado con un elemento inconsciente o visceral. Este modo de pensar sobre pensar justifica una nueva definición, basada en una fusión de ambos patrones:

Pensamiento viscerracional: proceso de pensamiento
que integra tanto el patrón racional como el visceral
de ideación en una combinación sinérgica.

Solemos hablar de personas que actúan de modo “irracional”; nos preguntamos: “¿Cómo puede creer algo semejante cualquier persona racional?” Tratamos de vender nuestras ideas y sugerencias como “soluciones racionales” a problemas.
Parecemos comprender el concepto de pensamiento – y comportamiento – racional e irracional por lo menos en un sentido general. Sin embargo, el concepto se vuelve algo más esquivo cuando intentamos definirlo con mayor concreción, y al poco debemos afrontar la proposición de que lo que es racional para una persona puede resultar irracional para otra.


Primero decidimos, luego justificamos:
La explicación del pensamiento irracional

Lo que típicamente llamamos comportamiento irracional tiene sentido si se comprenden sus orígenes. Y podemos entenderlo en nosotros y en otros si lo vemos como algo normal y dejamos de lado nuestra tendencia a condenar, criticar o incluso evaluarlo. Debemos entenderlo como una expresión de varios impulsos enfrentados que surgen de niveles inconscientes, mezclados con la influencia del proceso “razonador” consciente. Si lo prefieren, podemos considerar ambos niveles de ideación como modalidades de razonamiento; lo único que una la podemos articular y la otra resulta difícil hacerlo.
Una vez más el concepto de la mente modular nos ofrece una útil perspectiva sobre la interacción entre ideación consciente e inconsciente y el modo en que influyen en nuestro comportamiento. Quizás ayude a entender esa interacción entre ideación visceral y racional, y los conflictos que a veces conlleva con este ejemplo:

Un estudiante está nervioso por un examen, que será importante para su nota en una asignatura clave. No ha seguido el ritmo de las clases y ha estado empollando para ponerse al día. Le preocupa no estar preparado para el examen, para el que faltan tres días.

Le pide a su mejor amiga que lo ayude a ponerse a punto. En el nivel consciente parece lo correcto, se trataría de un comportamiento noble acorde con su motivación noble de querer dominar la materia y aprobar el examen justamente. De momento, no hay conflicto.

Cuando va a casa de la amiga para la sesión de estudio se encuentra con otros dos amigos. Uno ha descubierto un modo de entrar en el ordenador del instituto y descargarse el mismísimo examen que la profesora ha preparado. El archivo informático que contiene el examen no ha sido protegido debidamente informa el estudiante pirata, y resulta fácil descargarlo sin que nadie se entere. Está seguro de que nadie lo descubrirá nunca. “¿Te apuntas?”, le pregunta a su amigo.

Los estudiantes se miran unos a otros. Uno por uno, con expresiones avergonzadas, acuerdan descargar el examen y mantenerlo en secreto. Hay risas nerviosas, bromas y cierta sensación de aventura.

Ahora nuestro estudiante experimenta un dilema, hablando en términos racionales-emotivos. Siente dos motivaciones enfrentadas; dos o más módulos mentales pelean por influir en su decisión. Uno es la motivación noble: La influencia del módulo mental “honesto”; el otro es la motivación innoble: la influencia del módulo mental “temeroso” al que asustan las consecuencias de suspender el examen.

Está sintiendo lo que llamamos disonancia cognitiva, que es una sensación de ansiedad fruto de una contradicción entre las creencias y las acciones de uno. Su mente consciente y racional le dice que estudiar mucho y jugársela en el examen habría sido el comportamiento noble. Sin embargo, su mente racional también observa lo que en realidad hace – su comportamiento innoble – que contradice su motivación noble.

Si sigue adelante con el comportamiento innoble y hace trampas en el examen, su motivación innoble se habrá impuesto a la noble. Entonces o tendrá que admitir que ha sido deshonesto sin paliativos, sin excusas, o – la opción más probables – tendrá que racionalizar sus trampas haciendo que suenen menos innobles y algo más justificadas.
El genuino contenido de un amigo es serte fiel

cuando estás equivocado. Casi cualquiera te será
fiel cuando tienes razón.
Mark Twain

El y sus compañeros dan con un surtido de motivos por los que consideran que está bien hacer trampas en el examen. Pueden restarle importancia al hecho: “no es más que un examen, no es el fin del mundo”. Pueden culpar a otro: “si la profesora un hubiera sido tan tonta de dejar el archivo desprotegido en el servidor del instituto, nadie se lo habría descargado”. Pueden apelar al apoyo de sus iguales: “hoy en día lo hace todo el mundo; si otros pudieran haberse descargado el examen, también lo habrían hecho”. Y pueden apelar al derecho del interés: “tengo que aprobar esta asignatura. Si suspendo, podría echar a perder mi nota media. No quiero que me rechacen en un buen trabajo o en la universidad por esa asignatura”.

Nuestro estudiante puede sacarse de la manga un aserie ilimitada de razones creativas por las que su comportamiento, en realidad, fue aceptable con arreglo a su código personal de valores. El efecto consiste en resolver su disonancia cognitiva haciendo que su comportamiento parezca menos innoble, por lo menos a sus ojos. El efecto de la presión de los compañeros no es solo persuadirlo de que se comporte innoblemente, si no también ayudarlo a racionalizar sus acciones. 

El concepto de la disonancia cognitiva de Leon Festinger se ha convertido en un puntal del pensamiento psicológico sobre el comportamiento racional e irracional y sobre el proceso de la racionalización.  También es un concepto favorito de los expertos en publicidad y marketing. En términos sencillos, la teoría dice que los seres humanos tenderemos a actuar para resolver la disonancia cognitiva, sea reafirmando la creencia o idea que es disonante con el comportamiento, sea explicando el comportamiento de un modo que lo haga parecer menos disonante.

Uno de los ejemplos por antonomasia de la racionalización como medio para aliviar la ansiedad de la disonancia cognitiva se encuentra en los modos en que los fumadores aprenden a explicar por qué no lo han dejado. Desaprueban el impulso encubierto que les hace fumar – el ansia corporal causada por la dependencia de la nicotina -, de modo que tienen que hallar explicaciones que resten gravedad al comportamiento de seguir fumando: “Bueno, todos nos moriremos tarde o temprano” o “No me creo todo ese rollo de que fumar provoca cáncer” o el clásico “Puedo dejarlo cuando quiera”.

Para explicar la teoría en pocas palabras:
Tendemos a racionalizar nuestro comportamiento
cuando desaprobamos el motivo real que lo causa

A la mayoría nos pone algo nerviosos la posibilidad de que nuestro comportamiento llamado “racional” pueda estar en realidad influido por impulsos más oscuros y ocultos por debajo del nivel de la conciencia. Hace unos años, cuando la noción de los “mensajes subliminales” en los anuncios se convirtió en un tema popular de conversación, muchas personas sospecharon que las estaban “programando” para comprar diversos productos mediante mensajes ocultos enterrados en los programas televisivos que veían. Resulto que la técnica tenía poco impacto y los publicistas renegaron de ella a bombo y platillo… en cuanto vieron que no funcionaba bien.

El cómico Johnny Carson tocó el tema en uno de sus monólogos de la época:
¿Saben?, nunca había dado mucho crédito a ese asunto de la publicidad subliminal. Pero el otro día tuve una experiencia curiosa. Estaba en casa viendo la tele y de repente me levanté y salí a comprar un tractor.

La verdad es que los seres humanos somos muy fáciles de manipular. No nos gusta reconocerlo, pero nos manipulan inconscientemente a diario. Hay quien se gana la vida sacando partido a los patrones irracionales de comportamiento que pueden inducir en los demás.

Un motivo subconsciente que identifica este hecho es lo que llamamos reciprocidad: la tendencia que tenemos todos a ser agradecidos y querer corresponder a lo que percibimos como un acto de generosidad. Los discípulos de Hare Krishna que piden donativos en los aeropuertos han usado este método para recaudar cantidades astronómicas de dinero entre desconocidos. La maniobra habitual consiste en una joven simpática que se planta delante de un viajero, las más de las veces un hombre, y le entrega una flor. “Es un regalo para usted”, dice. Si el intenta devolvérsela, ella se niega a cogerla: “No, por favor, quédesela. Es para usted”. Después entabla con él una conversación sobre prácticas espirituales, le ofrece algo de leer y al final le pide un donativo.
Apelando a un programa subconsciente y visceral de respuesta – “ella me ha dado algo de valor, de modo que tengo que darle algo” – los recaudadores de HK han conseguido un índice de acierto extraordinario, el porcentaje de personas abordadas de este modo que dan dinero.
  




Me alegro inmensamente haber compartido este año junto a ustedes y espero que les haya sido de utilidad cada publicación en mi blog. Se nos avecina un nuevo año y os deseo con todo mi corazón que cada logro que alcancen durante el 2016 lo disfruten plenamente y les llene el corazón con la mejor onda, porque el amor realmente es el que mueve nuestro mundo. 
¡¡¡¡Felicidades, os quiero mucho!!!!!




martes, 1 de diciembre de 2015

Comprensión Emocional


Control emocional

Por control emocional no se entiende, en contra de lo que pudiese parecer el ahogar o reprimir las emociones si no en regular, controlar o eventualmente modificar estados anímicos y sentimientos, o su modificación inmediata, cuando estos son inconvenientes en una situación dada.
Un aspecto importante del autocontrol emocional lo constituye la habilidad de moderar la propia reacción emocional ante una situación, ya sea esa reacción negativa o positiva (por ejemplo no sería conveniente expresar excesiva alegría ante otras personas que están pasando en ese momento por situaciones desagradables).
La consciencia sobre las propias emociones es el primer paso para el control de las propias emociones y algunas estrategias en las que se puede entrenar para el control emocional son las técnicas de relajación física y mental: relajación progresiva, la respiración profunda, el entrenamiento autógeno, la distensión muscular...
Para el control emocional es importante tener en cuenta el efecto de contagio de las emociones.


Aprovechamiento productivo de las emociones

Una mayor responsabilidad respecto a las propias emociones o sentimientos puede reducir las tendencias victimistas, aumentar la capacidad de concentración y atención, ofrecer respuestas más oportunas, positivas, creativas, es decir menor impulsividad.
Intentar controlar los aspectos negativos de las propias emociones y utilizar los positivos, serían nuestro objetivo y para ello se pueden utilizar técnicas que incidan en el aumento de la responsabilidad personal, demoras en gratificaciones (por ejemplo posponer recompensas inmediatas para el logro de un objetivo), tolerancia a la frustración, control de los impulsos…


Empatía. El reconocimiento de las emociones ajenas

La empatía se define como la habilidad para estar consciente de reconocer y apreciar los sentimientos de los demás. Se trata de uno de los elementos claves de la inteligencia emocional, la cual pertenece al dominio interpersonal y es el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas.
Algunas de las habilidades y aptitudes que condicionan la empatía son:
  • Suspensión de juicio o propensión de pensar antes de actuar
  • Interés / respeto / consideración hacia el otro
  • Postura interactiva o disposición para entrar en contacto
  • Tolerancia ante la ambigüedad
  • Complejidad cognitiva o capacidad de gestionar costumbres sociales diferentes
  • Capacidad para diferenciar estereotipos de individuos
  • Relativización de las opiniones personales


Para comprender los sentimientos de los demás es igualmente necesario reconocer y expresar los propios sentimientos; y además nos proporciona un entrenamiento en detectar estados de ánimo a través de la expresión corporal y facial. Entrenamiento en la propia expresión corporal: utilización de la sonrisa, postura recta, mirada al interlocutor…
Siguiendo las teorías de Augusto Curry, en la educación emocional se destacan dos factores directamente implicados en que ésta sea efectiva: el fenómeno RAM y el síndrome SPA.

 El fenómeno RAM
El síndrome SPA   

El aprendizaje depende del registro diario de miles de estímulos externos (visuales, auditivos, táctiles) e internos (pensamientos y reacciones emocionales) en las matrices de la memoria. Anualmente archivamos millones de experiencias, pero a diferencia de lo que ocurre con las computadoras, los registros en nuestra memoria son involuntarios, producidos por el Registro Automático de Memoria (RAM). Todas las imágenes que captamos se registran automáticamente, todos los pensamientos y emociones –negativos y positivos- son registrados involuntariamente. Lo que se registra nunca se puede borrar, sólo reeditar a través de nuevas experiencias que se escriben sobre las antiguas experiencias. Igualmente es importante destacar que las emociones definen la calidad del registro: todas las experiencias que tienen un alto volumen emocional generan un registro intenso.
Las sociedades actuales, sobre todo los medios de comunicación y la industria del ocio, generan una inmensa cantidad de estímulos sencillos que requieren un mínimo de esfuerzo personal. A partir de la normalización de dichos estímulos el umbral de satisfacción aumenta por lo que se necesitan cada vez más impulsos para sentir un mínimo de satisfacción. Todo ello desemboca en un Síndrome del Pensamiento Acelerado (SPA) y, en busca de algún estímulo satisfactorio se ha de acceder a decenas de estímulos continuados. El bombardeo de información que se recibe no alcanza a ser elaborado de una manera consciente puesto que cuando se comienza a reflexionar sobre un estímulo emocional ya se han recibido otros. Esta acomodación a una gran cantidad de estímulos termina por crear dependencia, creándose una especie de hiperactividad cerebral que impide o dificulta una organización de pensamientos.
Este síndrome, generado por una ingente cantidad de estímulos, ocasiona consecuencias tanto psicológicas como físicas, desde un sueño insuficiente irritabilidad, sufrimiento anticipado, olvidos, dificultad para concentrarse, aversión a la rutina hasta dolor de cabeza, dolor muscular, taquicardia y gastritis. La disminución de la memoria se presenta como uno de los efectos más generales.



Escucha activa
La escucha activa consiste en escuchar y mostrar al interlocutor que está escuchando.
Debemos ser capaces de escuchar y oír lo que requiere comprender la totalidad del mensaje, buscando entender desde el propio punto de vista aquello que nos está comunicando. En la práctica la escucha activa se resume en el esfuerzo físico e intelectual que permite recibir la totalidad del mensaje enviado buscando interpretar correctamente su significado. Se caracteriza por la habilidad de captar y reflejar adecuadamente y en su totalidad el mensaje de la otra persona en su doble vertiente de contenidos (lo que nos requiere comunicar) y sentimientos y emociones (cómo nos comunica esos contenidos).
Al contrario de lo que ocurre con el habla, la escucha es tarea que requiere concentración y esfuerzo. Así, cuando hablamos somos protagonistas y transmitimos sólo lo que nos interesa, lo que nos satisface, pero cuando escuchamos, nos llegan mensajes compartidos y otros que no lo son y se pierde concentración. Ello, tiene una explicación científica: el cerebro humano tiene una capacidad de pensamiento de entre 350 y 700 palabras por minuto. En cambio la capacidad de procesamiento de mensajes hablados apenas supera las 130 palabras por minuto. La diferencia entre ambas capacidades se llena con pensamientos accesorios a lo que nos están diciendo. La escucha activa aporta notables ventajas. Ofrece tiempo para evaluar y comprender al emisor, lo que lleva a precisar y adecuar una buena respuesta. Comportamentalmente, la escucha activa suaviza tensiones. Algunas de las utilidades concretas de las habilidades de escucha activa para la práctica son tranquilizar o relajar situaciones tensas y lograr cooperación.
Es básico siempre intentar mejorar las habilidades de escucha y para ello es básico una preparación física (estar relajado, quedarse razonablemente quieto, mirar al otro, mantener una actitud de interés y mantener el contacto visual y facial) y una preparación mental (concentración, mente abierta, escuchar el tono y el contenido y plantear preguntas para aclarar los significados)

Elementos que facilitan la escucha activa

Elementos a evitar en la escucha activa
Disposición psicológica: prepararse interiormente para escuchar.
Observar al coachee: identificar el contenido de lo que dice, los objetivos y los sentimientos.
Expresar al coachee que se le escucha, con comunicación verbal (ya veo, umm, uh, etc.) y no verbal (contacto visual, gestos, inclinación del cuerpo, etc.). 
Los prejuicios. Juzgamos anticipadamente al emisor y a su mensaje. Nos fijamos en su apariencia o su conducta, y no en lo que nos está diciendo.
No distraernos. La curva de la atención se inicia en un punto muy alto, disminuye a medida que el mensaje continúa y vuelve a ascender hacia el final del mensaje. Hay que tratar de combatir esta tendencia haciendo un esfuerzo especial hacia la mitad del mensaje con objeto de que la atención no decaiga. No interrumpir al que habla.
No juzgar.
No ofrecer ayuda o soluciones prematuras.
No rechazar lo que el otro esté sintiendo, por ejemplo: "no te preocupes, eso no es nada”.
No contar "nuestra historia" cuando el otro necesita hablarnos. No contra argumentar.
Evitar el "síndrome del experto": ya se tienen las respuestas a los problemas de la otra persona, antes incluso de que haya terminado de comunicarlos.
De forma consciente o inconsciente se puede cortar la comunicación rechazando los sentimientos o acciones del coachee, así, comentarios como “ya no quiero oírte decir eso otra vez” o “pero a quien se le ocurre decir eso”, o medios no verbales como alejarse de una persona o evitar su mirada, pueden indicar rechazo a la comunicación.


Como habilidades para la escucha activa destacamos:
  • La empatía. Es una habilidad, propia del ser humano, que nos permite comprender y experimentar el punto de vista de otros sin por ello tener que estar de acuerdo. Es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona para desde ahí comprenderle. No basta con entender al otro, hay que demostrarlo. Para demostrar una actitud empática se usan frases como: “entiendo lo que sientes”, “noto que…” El contacto físico es una forma muy importante de comunicación no-verbal para transmitir empatía, no obstante, el contacto físico es algo que tiene que utilizarse con discreción porque hay personas que son reacias y puede ser sentido como un obstáculo. 
  • Parafrasear. Este concepto significa verificar o decir con las propias palabras lo que parece que el emisor acaba de decir. Esto ayuda a comprender lo que el otro está diciendo y permite verificar si realmente se está entendiendo y no malinterpretando lo que se dice. Por ejemplo “entonces, según veo, lo que pasaba era que…”, “¿quieres decir que te sentiste…”
  • Emitir palabras de refuerzo o cumplidos. Puede definirse como verbalizaciones que suponen un halago para la otra persona o refuerzan su discurso al transmitir que uno aprueba, está de acuerdo o comprende lo que se acaba de decir. Por ejemplo “me encanta hablar contigo” o frases menos directas como “bien”, “¡estupendo!”
  • Resumir. Mediante esta habilidad informamos a la otra persona de nuestro grado de comprensión o de la necesidad de mayor aclaración. Por ejemplo “si no te he entendido mal…”, “o sea, que lo que me estás diciendo es…”, “a ver si te entiendo bien…” y expresiones de aclaración serían “¿es correcto? ¿Estoy en lo cierto?"
  • Respuestas mínimas. Basta una palabra o movimiento de cabeza para dar la impresión de que se tiene interés en la conversación y nos gustaría que continuase, deben ser utilizadas con frecuencia, sobre todo en aquellas personas que se expresan poco.
  • El silencio. En ocasiones es mejor no decir nada, sobre todo si se presupone que el otro desea añadir algo a su último comentario. No se debe apresurar la comunicación para llenar los lapsus ya que en ocasiones las personas necesitan tiempo para pensar lo que van a decir. No debe presionarse no dar el aspecto de curiosidad, sobre todo por los aspectos privados de las personas.





viernes, 11 de septiembre de 2015

Autoestima

“¡Hoy no subestimes el impacto de tu presencia porque para alguien un encuentro contigo puede ser lo mejor de su día!”

La autoestima podemos definirla como la valoración que hacemos de nosotros mismos a partir de las experiencias y sensaciones que hemos experimentado a lo largo de la vida. De ella dependen en gran medida las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos y el autoconcepto, ese aspecto fundamental para triunfar en aquello que nos proponemos.


El desarrollo de la autoestima

Nadie nace con un nivel de autoestima determinado. La autoestima se va desarrollando a lo largo de nuestra existencia. Para ello intervienen diversos factores que se podrían clasificar en dos grandes grupos:

  1. Factores ambientales o experienciables (el contexto)Los acontecimientos, anécdotas, circunstancias, etc. Que vivimos a lo largo de nuestras vidas son algunos de los componentes principales que influyen de manera determinante en nuestro nivel de autoestima, haciendo que esta sea alta o baja. Dentro de este grupo se incluye también nuestra forma de resolver los problemas y el resultado de la misma, que nos hará sentirnos personas más o menos competentes ante la adversidad. También dentro de este grupo de factores destacan las personas que nos rodean. La gente que forma parte de nuestra vida, su manera de tratarnos, los mensajes que nos dan… pueden hacer que aprendamos a vernos de una forma determinada. Ejemplo de ello es cuando muchas veces nos damos cuenta de estar repitiéndonos los mismos mensajes que nos daban nuestros padres o profesores o que nos dan en la actualidad nuestros amigos o nuestra pareja. Muchas veces ellos son la voz interior de nuestra autoestima.
  2. Factores cognitivos (nuestra mente)Tan importante es lo que nos pasa en la vida como la interpretación que le damos a lo ocurrido. En este sentido, la explicación que les damos a nuestros éxitos o fracasos influirá de forma muy importante en nuestra autoestima. Todo ello tiene que ver con el terreno de las atribuciones. Por ejemplo no es lo mismo creer que hemos aprobado un examen por suerte, que creer que lo hemos conseguido gracias a nuestro esfuerzo. Al mismo tiempo, la forma de ver el mundo influirá enormemente en cómo nos sintamos y dicho sentimiento afectará a su vez a nuestros niveles de autoestima. Por ejemplo, hay personas que ante un mismo error ya consideran que todo lo hacen mal dejando su autoestima en niveles muy bajos.
Estos elementos dan lugar por lo tanto a nuestra autoestima, la cual se compone a su vez de diferentes partes, que no tienen por qué estar relacionadas entre sí, y que tienen que ver con “lo que es una persona”: la autoestima intelectual, física, social, familiar, profesional, etc. Estos componentes tienen que ver con cómo nos vemos en distintos ámbitos de nuestra vida.


¿Por qué tengo una baja autoestima?

Existen varios factores que pueden hacernos tener una baja autoestima. Detectarlos es el primer paso para que nos afecten lo menos posible. Algunos de estos factores son:
  • La gente que nos quiere mal: es verdad que “no hay que vivir” con la opinión de los demás, pero lo cierto es que a todos nos gusta sentirnos queridos y halagados. Sin embargo hay personas que se rodean de verdaderos ladrones de autoestima que constantemente están haciéndoles reproches, desvalorizaciones y críticas destructivas.
  • Tendencia a las comparaciones: hay personas que no dejan de compararse con otras envidiando lo que son estas y no pensando qué pueden hacer de forma constructiva para parecerse a ellas. Este hecho hace que su autoestima baje de una forma considerable generando unos importantes niveles de frustración.
  • Evitar los retos: es preferible intentarlo y fracasar que no intentarlo. Algunas personas evitan todo tipo de circunstancias en las que no tienen “todas las de ganar”. Este hecho hace que su autoconfianza no se desarrolle además de hacerles creer que siempre necesitan al lado alguien más fuerte que ellos para superar las dificultades.
  • Las críticas destructivas: estar rodeados de gente que no nos ayuda a crecer hace que nos sintamos mal y nuestra autoestima empeore. Es importante rechazar y no atender a las críticas destructivas (aquellas que no nos aportan, sino que solo nos hacen sentir mal), y sí atender a las críticas constructivas (aquellas que, por poco que nos gusten, me dicen qué he hecho supuestamente mal ayudándome a mejorar). Ten claro que tú puedes enseñar a la gente a tratarte de una forma determinada.


Características de una persona con baja autoestima

Las personas con baja autoestima tienden a manifestar una serie de comportamientos en los que queda reflejada la baja valoración de sí mismos. Aunque, al igual que muchos campos de la psicología aquí no podemos generalizar, lo cierto es que algunos comportamientos como los que siguen son muy frecuentes en personas con baja autoestima:
  • Las personas con baja autoestima tienden a estar buscando opiniones constantemente de los demás mostrando una falta de confianza en la toma de decisiones personales.
  • Necesidad de contar con alguien que ellos consideran más fuerte para afrontar dificultades de su vida, lo que aumenta el riesgo de dependencia de tales personas.
  • Tienen miedo de enfrentarse a nuevos retos (por ejemplo, nuevos trabajos, dejar a una pareja con la que no están bien…) desconfiando de la capacidad que tienen para abordarlos a pesar de que, incluso, la experiencia les diga lo contrario.
  • Aquellos a los que la baja autoestima afecta más a su físico tenderán a ocultar su cuerpo (no ir a la piscina, usar ropa holgada, etc.) y a vestir de la forma más discreta posible.
Evidentemente todos estos patrones de comportamiento inadecuado interfieren de forma importante en su vida afectando a su estado de ánimo, trabajo y relaciones sociales, entre otros aspectos.


Programa para mejorar la autoestima

Aquí te ayudaré a cambiar la manera en que te juzgas y te diriges a ti mismo, ya que normalmente, las personas con baja autoestima son muy críticas consigo mismas.
Por definición, la autocrítica es la acción de criticarse a sí mismo. Esto, en esencia, no parece algo negativo. Ser capaz de observarse y valorarse a uno mismo puede servir para no cometer los mismos errores e ir mejorando a lo largo de la vida. Sin embargo, para la mayoría de las personas, sobre todo las que padecen de baja autoestima, la autocrítica no es eso.
Las personas autocríticas se juzgan continuamente, utilizando para esos juicios unos criterios mucho más estrictos y rígidos que los que utilizan para juzgar a los demás ¿Has pensado alguna vez que estabas siendo demasiado duro contigo mismo? ¿Te has parado a pensar que comprenderías y perdonarías a los demás muchos errores que no eres capaz de perdonarte a ti mismo?
Para que puedas saber si la autocrítica es un problema para tu autoestima piensa si habitualmente te dices cosas como que no eres demasiado bueno, que no haces las cosas tan bien como esperabas, que no consigues los logros que te habías planteado. Reflexiona y pregúntate si te atacas a menudo con estos comentarios, si nunca estás satisfecho con la persona que eres, con las cosas que tienes, con los triunfos que has conseguido…
Si has contestado afirmativamente a algunas de estas preguntas, entonces la autocrítica es un problema presente en tu vida. Esas críticas no te sirven para mejorar, ya que, si la crítica es continua y demasiado dura, en lugar de motivar desmoraliza y paraliza. Además, estas críticas están causando un daño incalculable a tu autoestima y a tu bienestar emocional. Entre los daños que esa autocrítica puede estar produciéndote podemos citar la falta de seguridad en ti mismo, el miedo al rechazo de los demás o a no merecer su respeto o su afecto, el sentimiento de frustración de no poder ser como crees que debes ser o por no conseguir los logros que necesitas conseguir para considerarte “lo bastante bueno”.
Tú mismo puedes cambiar y mejorar tu propia autoestima. En el siguiente esquema, puedes encontrar unas cuantas claves a tener en cuenta para conseguirlo:

Convierte lo negativo en positivo
Nunca pierdas las ganas de pensar en positivo, invierte todo lo que parezca mal o que no tiene solución.
Pensamientos negativos:
“No hables”
“¡No puedo hacer nada!”
“No esperes demasiado”
“No soy suficientemente bueno”
Pensamientos positivos:
“Tengo cosas importantes que decir”
“Tengo éxito cuando me lo propongo”
“Haré realidad mis sueños”
“¡Soy bueno!”
No generalizar
No generalizar a partir de las experiencias negativas que podamos tener en ciertos ámbitos de nuestras vidas. Debemos aceptar que podemos haber tenido fallos en ciertos aspectos, pero esto no quiere decir que, en general, ni en todos los aspectos de nuestra vida seamos “desastrosos”.
Centrarnos en lo positivo
En conexión con lo anterior, debemos acostumbrarnos a observar las características buenas que tenemos. Todos tenemos algo bueno de lo cual podemos sentirnos orgullosos, debemos apreciarlo y tenerlo en cuenta cuando nos evaluemos a nosotros mismos.
Hacernos conscientes de los logros o éxitos
Una forma de mejorar nuestra imagen relacionada con este “observar lo bueno” consiste en hacernos conscientes de los logros o éxitos que tuvimos en el pasado e intentar tener nuevos éxitos en el futuro.
No comparase
Todas las personas somos diferentes, todos tenemos cualidades positivas y negativas. Aunque nos veamos “peores” que otros en algunas cuestiones, seguramente seremos “mejores” en otras, por tanto, no tiene sentido que nos comparemos ni que nos sintamos “inferiores” a otras personas.
Confiar en nosotros mismos
En nuestras capacidades y en nuestras opiniones. Actuar siempre de acuerdo a lo que pensamos y sentimos, sin preocuparse excesivamente por la aprobación de los demás.
Aceptarnos a nosotros mismos
Es fundamental que siempre nos aceptemos. Debemos aceptar que, con nuestras cualidades y defectos, somos, ante todo, personas importantes y valiosas.
Esforzarnos para mejorar
Una buena forma de mejorar la autoestima es tratar de superarnos en aquellos aspectos de nosotros mismos con los que no estemos satisfechos, cambiar esos aspectos que deseamos mejorar. Para ello es útil que identifiquemos qué es lo que nos gustaría cambiar de nosotros mismos o qué nos gustaría lograr. Luego debemos establecer metas a conseguir y esforzarnos por llevar a cabo esos cambios.


Lograr lo que deseamos y ver satisfechas nuestras necesidades proporciona emociones positivas e incrementa la autoestima.
Pasos para conseguir lo que deseamos:
  1. Plantearse una meta clara y concreta. La meta que nos propongamos ha de reunir una serie de requisitos. Una meta debe ser:
    • SINCERA: algo que realmente queramos hacer o deseemos alcanzar
    • PERSONAL: no algo que venga impuesto desde afuera
    • REALISTA: que veamos que es posible conseguir en un plazo relativamente corto de tiempo (unas cuantas semanas)
    • DIVISIBLE: que podamos determinar los pasos o cosas que hemos de hacer para conseguirla
    • MEDIBLE: que podamos comprobar lo que hemos logrado y lo que nos falta para alcanzarla
  2. Establecer las tareas que se deben realizar para lograrla. Una vez fijada la meta, piensa en lo que tendrías que hacer para conseguirla. Has de hacer pequeños esfuerzos cada día.
  3. Organizar las tareas en el orden en el que habría que realizarlas. Ordenar las tareas y establecer un plan de trabajo. El orden se puede establecer de forma lógica, según la secuencia temporal en las que se tengan que realizar o, en el caso que las tareas no necesiten una secuencia temporal, se puede empezar con las tareas más sencillas y que requieran menos esfuerzo, dejando para el final las más difíciles o costosas.
  4. Ponerlas en marcha y evaluar los logros que se vayan consiguiendo. Una vez elaborado el proyecto personal habría que comprometerse con él y ponerlo en práctica. Para llegar a conseguirlo es importante ir evaluando los esfuerzos realizados. Esto puede ser difícil hacerlo uno mismo, pero es relativamente sencillo si se pide a un familiar o a un amigo que nos ayude a evaluar nuestros progresos. Además puedes hacerlo con la ayuda de tu psicoterapeuta o de un coaching personal.
¡Atrévete a ser león! Comparte esta página con las personas que quieres y deja tus comentarios. ¡Hasta la próxima! ¡Os abrazo!



martes, 25 de agosto de 2015

El desapego emocional

“Hoy te dejo en libertad. Hoy me olvido de mis miedos. Hoy comienzo a valorarme. Hoy salgo adelante. Hoy te dejo de esperar.”

Es posible que la palabra “desapego” te cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo emocional. Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro del contexto del crecimiento personal, supone un gran valor interior que todos deberíamos saber desarrollar.
Practicar el desapego no significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante, rompiendo vínculos afectivos o relaciones personales con quienes forman parte de nuestro círculo personal.
“Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.”
La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción de crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor pasional, filial o incluso maternal.

Aprendamos pues, a poner en práctica estas sencillas leyes del desapego:

Primera ley: eres responsable de ti mismo.

Nadie va a retirar cada piedra que te encuentres en tu camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se va a ofrecer como voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores. Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que das.
Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para practicar el desapego, es tomar consciencia de que eres pleno responsable de ti mismo.
  • No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia.
  • Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades.
  • Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma consciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar dependa siempre de corazones ajenos.

Segunda ley: vive el presente, acepta, asume la realidad.

En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en lo que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro presente.
Estas desavenencias familiares, ese trauma, esa pérdida, ese fracaso sentimental o esa frustración no superada. Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.
“Es un apego tóxico y poco saludable que nos impide avanzar en libertad y plenitud.”
Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar. Te hará sentir más liberado y te ayudará a centrarte en lo que de verdad importa, el “aquí y ahora”, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad. ¿A qué esperas?

Tercera ley: promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás.
“Asume que tu libertad, es la forma más plena, íntegra y saludable de disfrutar de la vida, de entenderla en toda su inmensidad.”
No obstante, ello no impide que podamos establecer vínculos afectivos con otras personas, porque también ellos forman parte de nuestro crecimiento personal. Saber amar y saber recibir amor.
No obstante, el desapego implica que nunca debes hacerte responsable de la vida de otros, al igual que los demás no deben tampoco imponerte tus principios, sus ataduras o cadenas personales para aferrarse a ellos. Es aquí cuando empieza el auténtico problema y los sufrimientos.
Los apegos intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para explorar el mundo.
La necesidad de “desapegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.

Cuarta ley: Asume que las pérdidas van a suceder tarde o temprano. 

Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente. La vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales terminan desvaneciéndose como el humo que se escapa de una ventana abierta o el agua fresca que resbala por nuestros dedos.
Las personas se irán, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de tu mano… Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. Pero lo que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar siempre por ti mismo.


Cuando mueren los apegos nace la libertad

Solemos hacernos conscientes de la esclavitud emocional a la que estamos sometidos cuando nuestro corazón se resquebraja. Esto sucede cuando una relación nos duele, bien porque nos esclaviza o bien porque algo dentro de nosotros se ha roto al decir adiós. Ante estas situaciones, sentimos que el mundo se apaga y que una ola de dolor inmenso se cierra sobre nosotros impidiéndonos respirar. Esto es el ahogo emocional y, su ingrediente clave, la dependencia.
Pero, a veces, llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata y comienza una nueva vida, porque la esclavitud emocional ahoga. Y es en ese momento en el que no nos vemos capaces de hacer nada sin ir de la mano de esa persona o, simplemente, de alguien que nos guie.


Disfrutar de la soledad de uno mismo para ser feliz en pareja
“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.Pero esto no es así: La libertad solo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quién se siente libre, ama al máximo.Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada unoi de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.Nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo.”
La mejor manera de ser feliz con alguien es aprendiendo a ser feliz estando solo. ¿Por qué? Porque de esa manera la compañía se convierte en elección y no en necesidad.
Entendemos el amor de forma errónea porque la clave no es el “te necesito en mi vida” si no el “te prefiero en mi vida”. No atender a los sentimientos y necesidades de posesión nos ayudará a vivir en paz y libertad con nosotros mismos.


Dejar de esperar, la clave de la liberación emocional
“Sigo mal, y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo.”
Tu verdadera libertad llega cuando empiezas a comprender quien eres y de lo que eres capaz. Es tu independencia, ese ansiado trofeo, la que obtienes cuando te desatas, te deshaces de tus cuerdas y miras hacia delante sin necesitar a alguien que te lleve de la mano.
No poseer y que no te posean es la mejor experiencia de libertad que podemos tener. Porque sentir algo como propio siempre significa, de alguna forma, vivir al lado de la esclavitud.
Nuestra dependencia es la que nos hace esclavos, sobre todo si es nuestra autoestima la que depende de algo o de alguien. El necesitar la alabanza, el cariño o la atención de alguien hace que dejemos de ser dueños de nuestro destino.
No son los demás los que nos dañan, si no que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y a sus acciones. Nadie puede hacerte daño sin el consentimiento de tu yo interno, lugar en el que está el pilar que sostiene tu arquitectura emocional.
Así que la autoconfianza y la autoestima cuidadas son las mejores herramientas para decir adiós a los apegos insanos e innecesarios que merman nuestra vitalidad y nuestras ganas de realizarnos.
Tenemos que ser los primeros en respetarnos, dejando de lado las expectativas sobreaprendidas que nos dicen que solo somos amados si nos necesitan y que el amor solo es amor si vivimos por y para él.


Te recomiendo escuchar atentamente este vídeo y podrás reconocer aún más las ataduras que nos esclavizan culturalmente.

Hasta la próxima!!! Abrazos!!! 

martes, 18 de agosto de 2015

¿Como tratas a los ancianos? Lo que hoy das es lo que has de encontrar mañana cuando envejezcas


Los adultos mayores en general son muy parecidos en todas partes del mundo.
El cuerpo les pasa factura y comienzan los “achaques” (dolores de huesos, presión arterial alta, artritis, demencia senil, alzhéimer, párkinson, invalidez, incontinencia y una lista sin fin). Es que aún estamos diseñados para “vivir” hasta cierta edad, el cuerpo es una máquina que se va desgastando con el correr de los años… pero la mente muchas veces tarda un poco más… y allí entra en juego la dualidad de querer seguir o de detenerse ya…
Muchos de nosotros llegaremos a viejitos, otros quizás nos quedemos en el camino física o mentalmente.
He tenido la oportunidad de trabajar terapéuticamente con algunos gerontes y la gran mayoría están resignados a llevar una vida mucho más limitada en muchos sentidos.
Hay abuelitos que no tienen más remedio que depender de sus hijos, hay hijos que deben contratar a cuidadores para sus padres por sus obligaciones diarias. O terminan llevándolos a una residencia para ancianos donde teóricamente estarán mejor cuidados…
Somos seres llenos de emociones, cada situación de vida  nos conlleva no una, sino varias emociones y sus consecuencias.
La emoción más común en los ancianos es la resignación… Pero cuando esto no sucede comienzan a “desvariar”… Esto significa que no se quedan con los que les dicen que hagan, sientan o piensen. Siguen siendo seres racionales y emocionales. A veces la razón y la cognición se deterioran, entonces, se rigen básicamente por sus emociones, como los niños pequeños… Y eso muchas veces nos da pena verlos así… Imagínense cómo se pueden sentir ellos.
Toda una vida educándose, trabajando, criando a sus hijos, postergando sus sueños… y cuando llegan a viejitos el estado mismo los relega, los “destrona”, los margina con un salario miserable que apenas les alcanza para sus medicamentos… y siguen pagando impuestos…
Claro, ustedes me dirán: “pero si no tienen conciencia de lo que les pasa, muchos ni siquiera se ocupan ya de sus finanzas…”
¿Y eso qué más da?
Ellos tienen tanto o más derecho que muchos de nosotros para disfrutar del tiempo que les queda por vivir. ¿Eso nos da derecho a quitarles sus sueños, sus momentos de felicidad?
Una vez escuché a la hija de una anciana decirme: “mi mamá ya no entiende nada”, yo me pregunté inmediatamente ¿cómo puede estar tan segura de eso?
Considero que el sentir no se quita con los años, ¡nada más alejado de eso! Es más, muchos de nuestros abuelitos sienten más que nosotros mismos.

El adulto mayor

La vejez es un proceso de cambios determinados por factores fisiológicos, anatómicos, psicológicos y sociales.
La mayoría de las definiciones de la vejez enfatizan el aspecto biológico y plantean que es: un proceso progresivo desfavorable de cambio a nivel fisiológico y anatómico, producto del paso del tiempo y que concluye invariablemente con la muerte. En los ancianos se puede detectar diferencias individuales debido a las características de la personalidad y acentuados por el cúmulo de experiencias de cada cual.
En la vejez se da una reducción de la capacidad funcional del individuo. Puede encontrarse declinación en funciones intelectuales tales como: análisis, síntesis, razonamiento aritmético, ingenio e imaginación, percepción y memoria visual inmediata.
El anciano presenta menos deterioro de sus facultades intelectuales siempre y cuando se mantenga activo y productivo cualquiera sea la actividad que realice.
Podemos sintetizar que las personas de edad presentan varios problemas a resolver:
  • El problema biológico: enfermedades crónicas agregadas y el proceso normal de involución
  • El problema económico: el problema del mejor aprovechamiento vital (cómo administrar el tiempo que queda de vida)
  • El problema sexual
  • El problema filosófico: angustia de muerte y el qué pasará después de la muerte
  • Relaciones sociales
  • El problema lúdico: Este es un punto importante ya que los individuos no saben cómo ocupar el tiempo libre que antes ocupaban con el trabajo; no saben cómo recrearse ni qué actividades físicas realizar.


La familia del adulto mayor

Para ello la familia deberá conocer lo que es esperable en un envejecimiento normal, ya que esto facilita una convivencia armónica entre las distintas generaciones y posibilitará la integración de las mismas, creciendo y nutriéndose con el aporte de una visión diferente de la vida.
Este logro, esta visión distinta, la ha conseguido el adulto mayor luego de transitar por las distintas etapas de la misma. Es el resultado de las luchas llevadas a cabo. En su búsqueda de los valores a lograr y con la maduración obtenida a través de los éxitos alcanzados y los fracasos padecidos.
Todo ello servirá como modelo, como ejemplo para las nuevas generaciones, quienes inician su camino en la búsqueda de un desarrollo pleno de sus posibilidades, en búsqueda del encuentro del sentido de sus vidas.
Lo que deberá conocer la familia es, pues, lo esperable en el envejecimiento normal, esto es un proceso paulatino y gradual que permite el desarrollo de mecanismos de adaptación y compensación de las funciones que declinan, haciéndose esto notorio solo en personas de edad avanzada.
Los rasgos de personalidad se mantienen. Generalmente, a lo largo de una vida sana. Prácticamente sin modificaciones. Pero a una altura avanzada de la misma, debido al impacto de los factores estresantes de la vejez y a la declinación natural esperable.
Los factores estresantes del adulto mayor son:

1. Las deficiencias físicas. Cambios importantes del esquema corporal.
2. El retiro laboral.
3. La pérdida de coetáneos, fundamentalmente su compañera o compañero.
4. La disminución de la movilidad, lo que incrementa el aislamiento social.
5. Las dificultades para la realización de las actividades cotidianas.
6. Las dificultades económicas.
7. Enfermedades médicas, crónicas y agudas.
8. Las interacciones medicamentosas y la polifarmacia.

Depresión del adulto mayor

La depresión es un trastorno de primer orden en cuanto a frecuencia y trascendencia dentro de las enfermedades que aquejan preferentemente a los ancianos. La existencia de tratamientos eficaces que pueden mejorar la calidad de vida de quienes padecen este trastorno, obliga a prestar especial atención a este problema. Debemos mantener un permanente estado de alarma que permita su detección, para posteriormente abordarla con tratamientos de los que disponemos.

Cómo se trata la depresión

Para tratar la depresión se utilizan dos herramientas fundamentales: la psicoterapia y los fármacos antidepresivos (con estos últimos no estoy muy de acuerdo…)
La psicoterapia en muy diversas formas: terapias cognitivas, interpersonales, psicodinámicas que tienen un papel importante en la depresión del anciano en casos de intensidad leve o moderada dentro de un abordaje integral del problema.

Muerte y duelo

Pocas personas llegan a aceptar la muerte como un proceso natural y normal en la vida y aquellas que lo consiguen, probablemente tengan una vida más feliz. La muerte es un escalón desconocido en nuestra existencia y solo aquellos que hayan pasado por una experiencia al borde de la muerte poseen conocimientos para saber que el sentimiento que acompaña a la muerte es confortable. Las experiencias vividas por estas personas que, en algún momento, estuvieron cerca de perecer coinciden en una sensación agradable.
El miedo a la muerte inhibe nuestra vida porque muchos actos no los realizamos pensando en el peligro que comportan. Nos volvemos débiles, catastróficos porque no entendemos con qué medida se toma la gran decisión de despojarnos de nuestra vida, creyendo a menudo que no es justo. Nuestro principal problema es que todavía no hemos asimilado la idea de que tan solo es nuestro caparazón el que muere, es decir, el cuerpo o forma que adquirimos al presentarnos a los demás mortales. Nosotros somos una mente consciente habitando un cuerpo y por ello hemos de entender que aunque el cuerpo se extinga con el proceso de la muerte, la mente que lo habitaba sigue su camino en la eternidad del universo.
La ansiedad que sentimos a lo largo de nuestra existencia física en torno a esa experiencia, tiene que ver con la falsa creencia de que somos eso que vemos reflejado en un espejo y, “eso” se lastima, se hiere, se arruga y desaparece vitalmente.
Ese sentimiento que nos acosa ante la muerte de un ser querido es lo que llamamos “duelo”. Cuando una persona amada muere nos sentimos, en un primer momento, perdidos, tratados injustamente, por haber sido arrancados bruscamente de su lado. Rechazamos la dolorosa realidad como si de una pesadilla se tratase y al despertar nuestro ser amado volviera a estar vivo. Este proceso es nuestro mecanismo de defensa para que el YO que habitamos no sufra tanto. Pensamos mil formas distintas de negarlo, recorriendo mentalmente el pasado. Pero en este proceso de dolor y duelo llegamos a un reconocimiento de la dolorosa realidad que evoluciona hacia la propia reinserción de la vida que vivimos, manteniendo en nuestra mente su recuerdo pero avanzando en la reconstrucción de nuestra propia existencia.
El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente y nuestra alma, y se utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido.
Es necesario que comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que incorporemos la creencia de que es un proceso natural en una vida y que su significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo. Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en tu interior que así te lo dice y que llamamos alma, aquella que es albergada en tu cuerpo físico y que es invisible y adimensional.
Este pensamiento proporcionará seguridad y mantendrá alejado el miedo a esa misteriosa experiencia. La actitud que tengamos hacia la muerte depende mucho de nuestro entorno tanto cultural como familiar. Nuestras convicciones las hemos heredado o aprendido de aquello que oímos y es, al madurar y hacernos adultos, cuando a menudo cuestionamos esas creencias tan instaladas en nuestro ser.

Amemos a nuestros abuelit@s! Porque eso es lo que más necesitan en este momento de sus vidas. En realidad, en todo momento de nuestras vidas necesitamos del amor, pero cuando se está en la recta final el alma debe regocijarse con mucho amor.
Os dejo el enlace a una película muy buena y representativa sobre este tema que tratamos hoy con un actor formidable, Jack Nicholson.


Desearía que compartan en esta página sus comentarios y experiencias con adultos mayores
¡Hasta la próxima! ¡Os abrazo!